Páginas

domingo, 29 de julio de 2018

Ocho a unas frías caballerizas

Pancho me pasa a buscar. Mi auto está en el garage. Llegamos y ya están ahí, Miguel y Andrea, nuestros amigos alemanes, que nos dejarán el 31 de agosto.
Luego llegarán Víctor, la Soledad, la Anne Marie y el convaleciente Francisco Toyos.

La ruta que se decide democráticamente, es las Caballerizas. Nos vamos al Líder, donde dejamos un par de autos y seguimos en dos.

caballos asomados en sus caballerizas
Llegamos a las Caballerizas y yo me asomo a ver a los caballos. No se veía a ninguno. Me pongo a silbar y aparecen en las puertas de sus celdas, comiendo y mirando de donde venía ese ruido.
A la vuelta vería a varios de ellos galopando en una zona de saltos, con sus jinetes arriba. Bello espectáculo.

en los autos preparándonos para partir
Nos fuimos por la ruta suave, aquella de esa calle, de tierra, que da vueltas y vueltas, hasta la pata de gallo, donde salen muchos caminos, ya para caminantes.
Con la Soledad, la Andrea y la Anne Marie, chapoteamos pisando los charcos de agua, con capas de hielo en su superficie. Parecíamos niños chicos, infantes, gozando.

quebrando hielo en charcos de agua
Día despejado, frío, muy frío. A lo lejos se veía una capa gruesa de smog, bajo, con líneas de deslizamiento hacia los barrios altos.
A la vuelta todo seria una sola y pareja capa de smog que cubriría todo el Manquehue y buena parte de la cordillera.
Impresionante el smog en invierno.

Gabriel, Soledad, Andrea, Víctor, Miguel, Francisco, Pancho
Breve parada en el árbol, ese y seguimos rápidamente, cuando Pancho se saca el polar y temiendo que se nos enfriara, retomamos la marcha.

caballos en la ruta
En este grupo mucho se conversa; mucho se intercambia, en pequeños grupos o de a dos.
El verdor empieza a emerger luego de las lluvias. En las partes más altas y sombrías por donde anduvimos, zonas blancas de helada o nieve tenue aun no derretida.

enroque de Gabriel por la Anne Marie
Llegamos a la virgen donde nos sentamos y compartimos los alimentos. Aparte de las naranjas de Pancho, había mandarinas, frutos secos diversos y unos exquisitos chocolates traídos directamente de Alemania.
Pancho propone en un momento volvernos por donde mismo subimos. No hubo oposición, así que eso hicimos.
Ello nos llevó a terminar este paseo poco pasadas las 12 del día.
Le dije a Pancho, sea todo esto para cuidar a Francisco, operado hace solo dos semanas.

domingo, 22 de julio de 2018

Frio día soleado de invierno por Las Varas

Llego el primero al punto de encuentro, en la Shell. Ya venía rodeado de los acelerados esquiadores que iban a aprovechar que aun hay nieve en las canchas de ski.
Al poco rato, sorpresa, se estacionan detrás mio, Eugenio Lagos y la Isabel Eguiguren. Después llega Pancho y pienso que en vista de las notables visitas, invita cafés en el UPA.
Desde dentro vimos que afuera, miraban a uno y otro lado, Miguel y la Andrea, nuestros amigos alemanes. Salimos a llamarlos y se nos sumaron a la mesa.

subiendo una parte empinada a la orilla de la canaleta
Eugenio pide algo escueto, pues tiene compromisos. Cualquier escusa sirve en estos tiempos para irnos de nuevo a Las Varas. Para allá arrancamos en dos autos, uno de ellos el mio.

Ruta, la de siempre, por la canaleta, caminando aguas arriba.

Figurábamos en animada conversación Pancho y yo, poniéndonos al día con Eugenio y la Isabel, que nos dimos cuenta que nuestros amigos alemanes se quedaban más atrás, quizás sintiendose out de tanta agitación y amistosidad. Yo los animé a incorporarse, cosa que hicieron.

Andrea, entumida, Eugenio y la Isabel
Su viaje (el de Andrea y Miguel) a Uyuni del fin de semana pasado, no fue tan ideal, pues su hijo, con el se iban a encontrar, se enfermó de pulmonía y se lo pasó varios días hospitalizado, en algo que ellos no llamarían hospital y donde no todo fue perfecto.
Bueno igual pasearon y vieron esos parajes maravillosos.

Con Eugenio hablamos un buen rato de biología, salud, genética y enfermedades que requerían trasplantes de médula para producir todos los tipos de glóbulos blancos para el sistema integral de defensa, pues si algo falla, los riesgos vitales son grandes.

Eugenio y la Isabel
Llegamos a nuestra cumbre del día y nos sentamos en el borde de la canaleta, a comer naranjas de Pancho y muchas nueces y almendras de varios proveedores.
La vista hacia la cordillera, que tanto apreciamos desde ese punto, se veía empañada por una alta dosis de smog.

Al llegar abajo, le ofrecí a Andrea y Miguel, llevarlos hasta su casa. Nos despedimos de los demás que se iban en el otro auto y partimos.
Al poco andar me acordé que tenía que pasar a buscar a mi suegra, así que les dije a mis pasajeros que tendríamos que desviarnos un rato de la ruta directa a su casa, a buscar a mi suegra.

Ella estaba lista, señora de edad de 86 años. Los saludó en alemán y no pararon de hablar con ella, hasta que se bajaron en la puerta de su edificio, en el barrio frente al club de golf.

Día soleado, más bien frío, pero muy rico para estas nuestras caminatas sociales domingueras.

domingo, 8 de julio de 2018

A las Varas en hermoso día primaveral

Un buen grupo se reunió, entre medio de todo el rash de los esquiadores.
Y para Las Varas las emprendimos, en dos autos.

El pasto nuevo empieza a crecer. El verdor empieza a aflorar.
El sol en plenitud, en este día primaveral.
Aire más limpio que otras veces. Mucho mosco volando en el aire. Mucha vida activada.

Francisco, Soledad, Pancho, Gabriel, Andrea, Anne Marie, Miguel
Temas médicos, prostáticos, ocuparon el espacio conversacional, en la ruta antes de la canaleta. Se me quedó en la retina el hecho de que en Chile la hotelería hospitalaria se ha ido a las nubes en lujo y precios, cosa que no ocurre en Argentina. Una operación que cuesta 3 millones en servicios médicos, cuesta 10 millones en los servicios hoteleros del hospital. Qué onda ?

El tranque en la parte alta, o final de la canaleta, bastante, sino totalmente lleno.

La caminata por la orilla de la canaleta es siempre un deleite. El ruido del agua, la luz y sombra de la vegetación aledaña, el ruido de los pájaros, animados por el mayor alimento probablemente, y los moscos, ahora distinguidos como los de raza grande y los de raza pequeña; una distinción aportada por Pancho.

ahora soy yo el que saca la foto y Víctor posa
Dije en un momento, mirando a mi alrededor que este grupo no aceptaría personas, varones, con pelo que no fuera cano. Todos los hombres, de blancas cabelleras. Una sola de las mujeres. Algo tienen ellas que les cuesta más acoger el paso de los años tal y como se presenta.

Llegamos a nuestro punto de descenso y nos sentamos en el borde de la canaleta, a comernos los abundantes suministros que todos aportaron. Naranjas y mandarinas y frutos secos de todo tipo y variedad.

comiendo en la canaleta
De repente pregunté, quién entiende esta revuelta de la revolución sexista ? Y una mujer señaló, que era una nueva exageración, propia de la teoría del péndulo que oscila de un extremo al otro.
El resto de los hombres, mutis.
Algo sospecho se esta tejiendo, que no somos capaces de cachar.
Mas tarde la Soledad me contó que en el hospital donde trabaja, en que hubo un par de semanas de revueltas, se acordó eliminar de las regulaciones, la forma de vestir de las mujeres. Ahora pueden ir como quieran. Notable, no ?

Y a las 11:22 me puse de pie e invité al resto a iniciar el descenso, de vuelta ya.

Víctor y la Soledad en la delantera
La vista de la cordillera, hermosa. Lo cerros con bastante más nieve que otras veces y el aire traslúcido.
El suelo, firme, producto de la humedad que aún persiste de las recientes lluvias.

Abajo, pagamos y nos despedimos, pues uno solo de los autos pararía para dejar a algunos y el otro seguiría raudo.

vista de la cordillera
La volvimos a hacer Pancho; sí, buena cosa. Cumplido nuestro rito dominguero que tantos beneficios nos acarrea, aparte del social.