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domingo, 27 de octubre de 2019

Santa Martina (Domingo 27 de octubre)

Llegamos y también había un solo auto, esta vez de Soledad. Esperamos y no llego nadie más. Las féminas habían decidido no recuerdo qué, las Varas o las Caballerizas. Mientras ellas conversaban y discutían esas opciones se me ocurrió que era un buen momento, ya que éramos solo tres, de ingresar a Santa Martina donde Annemarie es socia.

Francisco, Annemarie y Soledad
Al llegar a la puerta permitieron el ingreso de la socia con dos acompañantes, pero nos pidieron que fuéramos al club a registrarnos como visitas antes de comenzar la marcha. Haciendo caso a esa instrucción fuimos al edificio a la recepción. Querían registrar nuestros nombres y darnos brazaletes, cosa que nosotros encontrábamos absurdo ya que no usaríamos ninguna instalación del club, sino que cruzaríamos por el para ingresar al terreno siguiente. La conversación quedo allí, por que además de nuestros argumentos parece que tenían un problema. Quien nos atendió y fue muy amable, es una persona de apellido Evans, sobrino de mi compañero de curso Enrique “Cote” Evans.

Soledad y Fraacisco
Por lo tanto se nos permitió el ingreso sin registro, no se si gracias a nuestros argumentos o a las fallas del computador.

Fuimos en el auto en dirección al Peñón, es decir primero al occidente y luego al norte, hasta donde hay un gran centro de eventos donde estacionamos el auto. Partimos cruzando un alambre de púas y caminando al norte hacia el Peñón.

Soledad y Annemarie
Habían muchas huellas tanto de personas como de motos. Estaba todo extremadamente seco, con mucha tierra polvo. Seguimos una huella, luego otra, luego otra, en realidad habían tantas huellas que no servían, era como que no hubieran huellas.

flor roja
En algún momento nos dimos cuenta que la huella que seguíamos y que probablemente iba hacia al Peñón más adelante, era usada por múltiples motos que circulaban haciendo un ruido como tábanos que dan vuelta alrededor de tu cabeza. Por eso giramos un poco y comenzamos a subir directamente hacia arriba del cerro que teníamos a la derecha.

Annemarie y Soledad
Fue una subida donde no había huella, por lo que subimos haciéndonos paso por entremedio de mucha vegetación, seca, pero vegetación, hasta que llegamos a la cumbre, una formación de piedra espectacular donde paramos a descansar y compartir nuestros alimentos y agua.

Esta cumbre conectaba hacia el norte por un filo que iba hacia el Peñón. Nos dirigimos hacia allá por un rato y luego doblamos al oriente y comenzamos a bajar hasta que llegamos a nivel. Allí torcimos a la derecha en dirección a Santa Martina. Nos encontramos con personas que andaban a caballo.

huasos con sus perros
Cuando llegamos al auto, Annemarie le ofreció a Soledad que fuéramos a visitar una iglesia que el dueño (ex-dueño) de Santa Martina, Espir Aguad, construyó al lado de las canchas de Golf. Para allí partimos y con mucha suerte cuando llegamos encontramos a Don Espir, que a estas alturas tiene 89 años. Fue una experiencia muy particular. Abrió la iglesia, nos la mostró en detalle y nos contó una serie de historias respecto a la Virgen que se ve en el tronco. También nos contó una historia que tiene que ver con pacificación y con rozas. Yo esperaba que este post lo escribiera Soledad y estoy seguro relataría con muy bien esto “pacificación y rozas”, así que le propongo que actualice este comentario describiendo su experiencia de ese encuentro.

(texto de Francisco Toyos)

domingo, 13 de octubre de 2019

Por las Caballerizas en una seca primavera

Llego primero al punto de encuentro. Al poco rato llega la Soledad y la invito a sentarse en mi auto y escuchar una bella música clásica que escuchaba.
Estábamos a punto de irnos a los cerros, cuando llega raudo, como a 10 para las 9, Francisco Toyos, la Anne Marie y la amiga, alemana, Sabine. Esta última de paso por Chile, de visita.

Francisco, Gabriel, Sabine y Anne Marie
La Anne Marie pide hacerla corta, pues tiene compromisos que la obligan a estar a la una en su casa. Ningún problema, elige tú el destino. Las Caballerizas (Huinganal) y para allá partimos, en dos autos, dejando el mio en el Líder grande.

pavo real cortejando
Por la izquierda o por la derecha. Optamos por la derecha, por la subida empinada.

Juan Vásquez, el dueño de los pavos reales y su nieto

En la ruta, que hacia rato no recorríamos, nos encontramos con novedades. Construcciones, animales, pavos reales. Y un inquilino, dueño del ganado a la vista, en que lo que nos atrapó y detuvo un buen rato, era un pavo real macho, con todas sus bellas plumas desplegadas, que cortejaba a una indiferente hembra. De repente se metió un pavo clásico, a hacérsela difícil al pavo real. Y nosotros contemplando este espectáculo.
De ahí que nos instalamos a conversar con Juan Vásquez, el inquilino, que nos dijo que los campos en que estábamos, eran de un señor Ossandon, para el que él trabajaba.

en la mesa de cumbre; atrás la virgen
Seguimos cerro arriba, dudando de cuanto avanzaríamos, en linea con el pedido de Anne Marie de estar a la una en su casa. Propuse parar a las 11, hacer el alto de cumbre y volvernos por donde mismo veníamos.
Pero no fue así. Mas impulsaron el dar la vuelta completa, con escala en la mesa con bancas, cosa que al final hicimos.
Y dimos la vuelta completa, bajando por el otro lado.

Anne Marie y Sabine
Bastantes ciclistas y caminantes nos encontramos. El día estaba nublado, con bastante luminosidad.
El suelo seco, los arboles resecos, poco pasto verde en el suelo. La sequía es un dato. Juan nos dijo que en estos cerros había animales que morían de hambre. Mal. Dicen que mañana lunes lloverá; ojalá.

la Soledad oliendo el aroma de las flores
Al pararnos de la mesa de cumbre, la Anne Marie y sus acompañantes, se despidieron de nosotros y se alejaron apurados. Yo seguí con la Soledad, a ritmo normal.
Llegamos al auto tipo 13:30.
Hicimos el circuito normal, cosa que en un momento pensamos no haríamos. Buena cosa. Igual quedamos cansaditos.