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lunes, 21 de enero de 2019

Curva 32 camino a Farellones pleno de flores y tábanos

Llego y ya están ahí Pancho y la Soledad. Seriamos en definitiva los tres.
La dama pidió que fuéramos a la curva 32, donde nunca había ido. Los dos hombres, sin más, acogimos de inmediato su solicitud.

Nos iríamos en el auto nuevo de la Soledad, manejando yo, para probarlo, pues siendo un Subaru, es muy parecido en forma, a mi Nissan.
Mucha bicicleta en el camino, nos obliga a manejar con cuidado.
Ruta hermosa con un aire que cada vez se hace más limpio y las vistas más impresionantes.

Pancho y Soledad al lado de una señalética nueva
Bastó que nos bajáramos para encontrarnos con cantidad de tábanos que nos acompañarían todo el camino, sin hacer extremadamente desagradable el trayecto, sino simplemente molestos.
En un rato me hice de una rama seca, que agitaba alrededor de mi cabeza y cuerpo, y con ello lograba alejarlos.
No era el caso de la Soledad, que cómo que no se molestaba con su presencia. En un momento, mientras conversaba con ella, detenidos, eran unos 5 tábanos que revoloteaban por su cabeza y gorro, sin que ella se alterara. Yo empecé a alejarlos con mi ramita, dándole sin querer en la cara.

Pancho y Gabriel
Pancho tempranamente impulsó y luego lideró, el tomar una ruta fuera del sendero habitual, yéndonos por las altas cumbres. Eso significó que nos llenáramos de pinchos en los calcetines, que cuando se iban para adentro, debíamos parar y extraerlos.
En un descuido tomé yo el liderazgo y prioricé pequeños senderos, que finalmente nos llevaron al sendero oficial, que llamábamos la autopista.

Pancho sacándose los pinchos con la ayuda de la Soledad con guantes
Nuevamente Pancho nos sacó de la ruta tradicional y nos llevó por rumbos innovativos. Ello nos llevó a la cumbre más alta del sector, donde en una agradable y amplia sombra, nos sentamos a descansar. Y donde Pancho sacó sus naranjas que ofreció y yo disfrute de dos muy jugosas.

llegando a las torres antenas de celulares
Decidimos luego seguir adelante hasta llegar a las antenas y tomar en sendero de vuelta oficial o autopista, para devolvernos.
Al llegar allá alguien propuso seguir adelante pero yo les dije que eran las 11:45 y debía pasar a buscar a mi suegra a una hora razonable; por eso optamos por iniciar la vuelta.

florcitas amarillas
Nos llamó mucho la atención lo florido de todo el paisaje. Muchas flores de diverso tipo y color por todas partes. El suelo entero estaba regado con una flor amarilla chiquitita. Pero otras que funcionaban en manchones o líneas ascendentes o descendentes; por ejemplo una muy bellas rosadas.

flores rosadas
Notables las vistas de este paseo. Una vista panorámica permanente de la cordillera en plenitud, con el Plomo destacando, la Paloma y el Altar mas allá.
También desde ciertas posiciones se ven y distinguen claramente, Farellones, del Colorado y la Parva.
En un punto había una hilera de puntos luminosos que interpretamos como los autos de los que subían el Plomo y el Pintor, en este día.

flores azules
La Soledad dijo en un momento que traía unos duraznos que no había compartido, así que buscamos una de las escasas sombras de la ruta y nos festinamos con esos ricos cortes de durazno bien lavados que traía. Exquisitos, aparte de calor y la sed que llevábamos.

vista panorámica
Llegamos al auto exactamente a las 13:30
Mi suegra llevaba media hora sentada con el guardia del condominio, esperándome cuando pasé, pasadas las 2.
Y en mi casa, ya estaban presentes todos los comensales invitados al almuerzo familiar.
Qué te pasó que llegaste tan tarde, me preguntó la Andrea.

prometo bajar esa guata este año

domingo, 6 de enero de 2019

Tres mosqueteros por las Varas

Figurábamos los tres, Pancho, Víctor y yo, Gabriel, tomándonos algunos cafés, antes de partir a nuestra caminata dominguera.
Propongo ir a la ruta del Alto del Naranjo, hasta la canaleta y luego caminar por la canaleta aguas arriba. Silencio.
Ya, vamos a Las Varas entonces, digo. Sonrieron y para allá partimos, en el auto de Víctor.

Comentamos la lesión de Pancho que evoluciona favorablemente.

Víctor y Pancho
Llegamos al punto de partida y ya estaba ahí la cobradora. Pagamos y seguimos por nuestra ruta habitual.
No vimos ni señas de nuestros perros de siempre. Raro.
Más adelante, llegaría uno de ellos, que nos acompañó todo el camino; el más peludo.

el perro en primer plano
Víctor lee un libro de historia y yo tomo un curso de la historia de Rusia desde Lenin a Putin. Fue tema, muy entretenido, de mucho rato. Las duras costumbres antiguas y lo sangrienta que es la historia.
El momento actual, tan insípido, con todas las banderas o instituciones, alicaídas. Un tiempo fome, confuso, sin banderas de lucha, salvo como salía hoy en la prensa, el feminismo.

Pancho
Ciclistas, que nos pasan en uno y otro sentido. En un caso venían descendiendo muy rápido; tuvimos que brincar y ellos frenar.

Día muy agradable. Viento fresco, algunas nubes bajas que se fueron formando, hicieron que alguien dijera que había oído que hasta podría llover hoy día en Santiago. Bueno, siempre estuvo despejado, pero agradable.

Víctor
Dos naranjas de Pancho me comí sentado al borde de la canaleta, en nuestra cumbre. Además guindas de Víctor y algunas nueces.

Teníamos que convencer a Pancho que tenía que retomar su par de sesiones de gimnasio durante la semana, como Víctor y yo hacemos.
Es que me aburro. Mira, tu cuerpo no es solo un medio de transporte, es parte de lo que tu eres. Y a nuestra edad si no le damos del alimento que el anhela, que es ejercicio, se deteriora muy rápido. No hay dudas al respecto.
Veremos.

Gabriel
El tranque, ha perdido bastante agua. Parados en su orilla dije que soñaba con un día sacarme la ropa y meterme, pero sigue dándome lata desvestirme y después vestirme, con lo que me cuesta ponerme los calcetines. Miramos un rato y seguimos.

tranque
En los trabajos que hay más abajo, dicen que arrendarán caballos. Veremos; capaz que un día arrendemos y demos nuestras vueltas arriba de caballos.

Fue un verdadero gusto llegar al auto y sentarnos en sus mullidos asientos. Esto después de los 9,5 kms que habíamos caminado, según el celular de Pancho.

mirando el tranque
Me dejaron en el auto y yo seguí a comprar pollos asados y papas fritas para el almuerzo familiar de ese día en mi casa.

La hicimos de nuevo. Pancho, No podemos parar.

miércoles, 2 de enero de 2019

Despedida del 2018

Domingo 30 de diciembre, muchos aprovechan de fusionar el fin de semana con el feriado del
primero de enero. Víctor y Pancho se encuentran puntualmente y en dúo deciden Las Varas.

Yo, Soledad, en el intertanto unos minutos después, acompañada de mis dos hijos: Tomás recién
llegado de dos años en Australia y haber estado después en África y países del sudeste de Asia y
Guillermo, convaleciente de Mononucleosis y que acostumbra a tirarse en bicicleta cerro abajo
por las Varas a gran velocidad, concuerdan que esta caminata con la generación mayor es una
buena alternativa de reinicio de actividad al aire libre.

Pancho, Víctor, Guillermo y Tomás
En las Varas, aparecen los fieles perros que siempre nos acompañan y nos saludan exaltados,
parecían querer “decirnos” algo. La intuición que proviene de conocernos unos años hace que
tomemos el mismo camino y cerca del tranque alcanzamos a Víctor y Pancho, quizás era eso lo
que decían los perros o que Pancho estaba lesionado de una pierna y caminaba con lentitud por el
dolor.

Víctor, Guillermo y Tomás
En el camino, algunas flores de cactus, las del chagual ya se secaron, muchos conejos saltan y los
perros parecen no estar hambrientos o haber perdido su capacidad de cazar y solo los hacen
correr. Al llegar a la canaleta sobrevuela muy cerca un águila juvenil esplendorosa, con colores
jaspeados y su cabeza que semejaba las lechuzas, nos hizo dudar de que especie se trataba. Los
perros siempre se ubican en la mejor sombra por lo que tuvimos que subir más para compartir a la
sombra de un guayacán. Casi no había ciclistas, probablemente porque era un fin de semana de
fiestas y trasnoches.

perros sacándose pulgas
Al regreso Pancho por su cojera prefirió bajar por donde mismo con Víctor, mientras yo quise
mostrar a Tomás y Guille, el lindo sonido del sendero bordeando la canaleta, donde se nos
cruzaron varias culebras y reconocimos una piel completa de una culebra que confundí con
plástico al principio.

Por distintos caminos, llegamos a los autos al mismo tiempo para despedirnos y desear a Pancho
que su lesión no sea seria y se recupere pronto.

Un abrazo a todos los subecerros con deseos de que la salud nos acompañe, la alegría no nos
abandone, los cerros no se muevan de donde están y nos sigan sorprendiendo.

FELIZ AÑO 2019!!

(texto de Soledad Tagle)