Páginas

domingo, 26 de mayo de 2019

Que llueva, que llueva, por las rutas de Las Varas

Llego a la hora al punto de encuentro y Pancho figura durmiendo en el auto. Vamos a un café, le digo y sonriente se sale del auto y partimos al local comercial de la bomba.
Estábamos esperando los cafés y llega Víctor y se sienta en una mesa.
Ahí estuvimos hasta que consumimos los cafés y decidimos ir a Las Varas, como es nuestra costumbre.

En el auto de Víctor. Hasta el estacionamiento cubierto con tela de kiwi, cerca del tranque.
Que impresionante la poca agua que tiene el tranque. Es mucha la falta de agua.
Y el techo este día, estará pleno de nubes, algunas bajas, incluso con aperturas de cielo.
Hasta gotitas nos cayeron en algún momento de la bajada, pero solo gotitas.

tranque a mínimo nivel
Conversamos un rato de lo malo que está todo, en general. Me refiero al espacio público, pues yo y pienso que cada uno de nosotros, en particular, está bien.
Las instituciones dirá Víctor, tenemos que cuidarlas. Pero si son las personas las que las han socavado. Son las personas públicas las responsables.
Todo el mundo atornilla en su propio beneficio. Un político, pensaba, a quién sirve. Al que le puso millones para su campaña, o a sus electores. Al que lo financió; a él se debe.
Algo así es el origen de todos los males.

Víctor y Pancho
Subimos hasta la canaleta, donde yo me instalé, en disposición de hasta aquí nomás llegamos.
Víctor propuso seguir y dio dos alternativas. Pancho propuso seguir por la canaleta aguas arriba. Y eso hicimos.

Parece que nos pasamos de los puntos obvios de salirnos de la canaleta y arremeter para arriba. Lo tuvimos que hacer por un sector lleno de arbustos, con una ruta que seguimos, que claramente era de animales. Ello nos obligó a enmarañarnos un poco y avanzar muy agachados.

Gabriel y Pancho
Finalmente llegamos a un risco por donde seguimos a lo derecho hacia la cumbre del Guayacan.
Finalmente llegamos a la cumbre, primera cumbre y ahí nos instalamos, en el suelo, a comer nuestras viandas.

Naranjas de Pancho, mandarinas de Víctor, frutos secos mios y nueces de Víctor. Líquidos.
Los cerros cubiertos, con el Pochoco a la vista, tapado por nubes bajas. La lluvia, claramente es una posibilidad. Pero no pasará.

descenso
Poco antes de las 12, decidimos iniciar el descenso. Este fue a buen paso y nos fuimos distanciando unos de otros. Cada cierto tiempo parábamos y nos volvíamos a reunir. Hasta que llegamos muy cerca de los autos, donde jóvenes practicaban el deporte de saltar en bicicleta en una ruta debidamente acondicionada.
Ahí estuvimos intercambiando con ellos, hasta que finalmente nos despedimos y nos fuimos.

Buen ejercicio resultó al final lo que hicimos. Un agrado llegar al auto y sentarnos en el mullido asiento. De ahí a los autos estacionados y a la casa.

Nota: esta semana Pancho celebró 40 años de su empresa (video); ahí estuve y nos sacamos esta foto. Puedes ver su notable discurso aquí.

Pancho, primo de Pancho y Gabriel

martes, 21 de mayo de 2019

Hallazgo Fortuito

En este día “interferiado” caminábamos Pancho, Alejandra y yo, Soledad, decididos a superar la meta
de la canaleta de las Varas, cuando Pancho se adelantó y se detuvo en la explanada a mirar lo que para nosotras era un montón de piedras, pero para él eran de su propiedad. Nos contó que hace unas
semanas, la Municipalidad de las Condes construyó la ciclovía de la vereda de la calle Isabel La
Católica, justo donde está su empresa CHC, por lo que él tuvo que retirar los adoquines muy bonitos y valiosos que había colocado un tiempo antes en la remodelación. Pidió que una vez retirados los
arrumbaran a orillas de la palmera (sobreviviente del incendio y trasladada desde la fábrica anterior).
Cuál fue su sorpresa al ver que el camión se había llevado más de la mitad de los adoquines de piedra
blanca rosada de Pelequén Al reclamar le enviaron una foto del supuesto lugar donde fueron botados
los escombros, aduciendo “ve, no había adoquines, solo escombros”.

Alejandra y Soledad
Las Varas fue el destino de los adoquines, ahí descansan seguramente a la espera de ser vendidos, al
lado de los camiones, también reconocidos y un poco más allá, la memoria visual de Pancho, confirma: “esta es la foto que me mandaron, de esta quebrada con escombros” Nunca esperaron que subecerros llegaran al sitio de la “evidencia”.

Seguimos caminando con un dejo de “la verdad siempre se sabe”.

Pasamos por el tranque, cada vez con menos agua, subimos admirando las tencas, un par de turcas y
encontrando muy pocos ciclistas.

Alejandra y Pancho
Solo hicimos un alto en la canaleta, para admirar el silencio y la cordillera que se veía cerca, ojalá
llueva, como decía mi mamá: “cuando el Manquehue se acerca, va a llover” esta semana hubo anuncios de 8 mm de lluvia, ¿para dónde se fueron? La canaleta traía tan poca agua, que no sonaba como otrora.

Así llegamos serpenteando al morro Guayacán y bajamos rápido porque Pancho y la Alejandra tenían
compromisos. Dos perros desconocidos sedientos compartieron nuestra agua en la cima y comenzaron a seguirnos al regreso, los interrumpí diciéndoles “váyanse pa la casa” confirmando todo lo que entienden y obedecen al ser humano.

Empolvados regresamos sanos y salvos, dispuestos a encontrarnos nuevamente.

(texto de Soledad Tagle; subida del domingo 19 mayo)

domingo, 5 de mayo de 2019

Me enteré el día anterior, que tres mujeres que eran de los Subecerros, ya están instaladas con los Malayos. E iban hoy, por el día, al cerro La Campana. Les mandé saludos y decirles que igual las queríamos.
Bueno, las perdimos. Así es la vida.

Hoy, sorprendentemente, llegaron 8 personas al punto de encuentro: Víctor, que trajo a la Anamaría Diaz, Pancho. Soledad, Dirk, Anne Marie y Francisco, y yo, Gabriel.

Hace mucho tiempo que no vengo, previno la Anamaría. Bueno, las Varas entonces.
Y para allá partimos en dos autos.
Y llegamos a este lugar donde dejamos los autos.

Francisco, Anne Marie, Anamaría, Víctor, Dirk, Soledad y Pancho
Llegamos al tranque y nos impresiona lo poca agua que tiene; como nunca. Sabemos que en el sur llueve torrencialmente y eso mismo es lo que necesitamos por aquí.
Un poco más arriba subiendo saqué esta foto del tranque.


Al darnos vuelta, vemos el mismo pájaro que vimos la semana pasada y en la misma rama. Esta vez le saqué fotos. Un ave grande, que la vez pasada nos deleitó con un planeo que esta vez no vimos, pues arranco para el otro lado.


Un tema fue lo corrompido que está todo. Los jesuitas que salvaron hasta el final, ya cayeron. Si no se salva nadie.
Sentados en la canaleta propuse que contáramos nuestros propios actos corruptos, malvados, pues no podía ser que solo nosotros fuéramos unas blancas palomas. Nada pasó, pero si ocurrieron algunas situaciones para la risa, ahí mismo, de actos indebidos.

llegando a la canaleta; Dirk, Anne Marie, Soledad y Víctor
Yo escuchaba a Dirk contar sus andanzas por los médicos que puro querían operarle la rodilla y finalmente zafó, con medicina alternativa y está impecable.
Por Dios, hay que tener cuidado hasta con los médicos que te atienden, que hoy se rigen por mandatos de los gerentes ingenieros comerciales, que por maximizar ingresos y utilidades, tienen a todo el sistema en cuestionamiento.

Anamaría y, Pancho
Le decía a Francisco, que sospechaba que la solución a todo esto, era elevar el nivel de conciencia. Y estaba abocado a entender que era eso de la conciencia y aun no llegaba a puerto, aunque si reconocía que había avanzado.
De momento, estamos mal y con pocas salidas visibles.

bordeando la canaleta aguas abajo
Disfrutamos la caminata aguas abajo por la orilla de la canaleta, hasta el tranque dos.
En la última parte nos empezamos a cruzar con muchas bicicletas, en un sentido y el otro.

Dirk, Anne Marie y Pancho
Luego calle hasta los autos.
Nos subimos y pasamos piola por la caseta de cobranza que figuraba cerrada y nadie presente.
En los autos nos despedimos animádamente y hasta la próxima.

Datos:
En pocas palabras, en Netflix
Nuestro planeta, en Netflix
Película: Enamorado de mi mujer