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martes, 21 de mayo de 2019

Hallazgo Fortuito

En este día “interferiado” caminábamos Pancho, Alejandra y yo, Soledad, decididos a superar la meta
de la canaleta de las Varas, cuando Pancho se adelantó y se detuvo en la explanada a mirar lo que para nosotras era un montón de piedras, pero para él eran de su propiedad. Nos contó que hace unas
semanas, la Municipalidad de las Condes construyó la ciclovía de la vereda de la calle Isabel La
Católica, justo donde está su empresa CHC, por lo que él tuvo que retirar los adoquines muy bonitos y valiosos que había colocado un tiempo antes en la remodelación. Pidió que una vez retirados los
arrumbaran a orillas de la palmera (sobreviviente del incendio y trasladada desde la fábrica anterior).
Cuál fue su sorpresa al ver que el camión se había llevado más de la mitad de los adoquines de piedra
blanca rosada de Pelequén Al reclamar le enviaron una foto del supuesto lugar donde fueron botados
los escombros, aduciendo “ve, no había adoquines, solo escombros”.

Alejandra y Soledad
Las Varas fue el destino de los adoquines, ahí descansan seguramente a la espera de ser vendidos, al
lado de los camiones, también reconocidos y un poco más allá, la memoria visual de Pancho, confirma: “esta es la foto que me mandaron, de esta quebrada con escombros” Nunca esperaron que subecerros llegaran al sitio de la “evidencia”.

Seguimos caminando con un dejo de “la verdad siempre se sabe”.

Pasamos por el tranque, cada vez con menos agua, subimos admirando las tencas, un par de turcas y
encontrando muy pocos ciclistas.

Alejandra y Pancho
Solo hicimos un alto en la canaleta, para admirar el silencio y la cordillera que se veía cerca, ojalá
llueva, como decía mi mamá: “cuando el Manquehue se acerca, va a llover” esta semana hubo anuncios de 8 mm de lluvia, ¿para dónde se fueron? La canaleta traía tan poca agua, que no sonaba como otrora.

Así llegamos serpenteando al morro Guayacán y bajamos rápido porque Pancho y la Alejandra tenían
compromisos. Dos perros desconocidos sedientos compartieron nuestra agua en la cima y comenzaron a seguirnos al regreso, los interrumpí diciéndoles “váyanse pa la casa” confirmando todo lo que entienden y obedecen al ser humano.

Empolvados regresamos sanos y salvos, dispuestos a encontrarnos nuevamente.

(texto de Soledad Tagle; subida del domingo 19 mayo)

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