Nos reunimos en nuestro punto de encuentro, Pancho, Lucho, la Rebeca y la Isabel, aparte de quien habla, Gabriel.
No se porqué se me ocurrió esto de la curva 32 del camino a Farellones, pero fue adonde las emprendimos los 5 que éramos, en el mercedes de Pancho, yo manejando.
Lucho Latorre con las últimas curvas a Ferellones detrás |
Estacionamos el auto después de un andar lento, tanto por la disposición general a contemplar el paisaje, por un par de mareados del grupo, como por la buena música y la buena conversación que queríamos prolongar.
Rebeca, detrás la Isabel y luego Pancho (más atrás venía Lucho) |
Se ve claramente que a estas alturas, unos 2.000 mts sobre el nivel del mar, el resople es mayor que más abajo donde solemos andar.
Vamos a lo de la afonía. Veníamos ya bajando cuando un comentario de la Isabel denota una cierta rabia con la tarifas que le dije cobraba Wilson Araya, el gran Wilson Araya, por sus sorprendentes consultas, desde un don suyo muy poco frecuente.
Y nos pusimos a hablar de la rabia, esa emoción que prácticamente todos incubamos, por una u otra razón en nuestro interior, y que nos puede hacer malas pasadas. Propuse hacer un ejercicio que ya habíamos hecho en otra ocasión en los cerros, que consistía en ponerse frente a un acatilado, estábamos frente a unos estupendos y gritar a todo pulmón nuestra rabia en el lenguaje que surgiera, cualquiera este fuera.
Y eso hicimos, dos veces, con consecuencia insospechadas como esta semi afonía en que ando y otros efectos indistinguibles a simple vista, salvo esa sensación de quedar como suavecitos después de la descarga desde la punta del acantilado.
sacando la rabia frente al acantilado |
Isabel, Pancho, Rebeca y Gabriel |
Bueno, a continuación cada uno contó que pensaba que podría ser el origen de esta frase, "echarse un polvo", y la diversidad de las historias contadas nos sorprendió y vuelve a alegrarnos la belleza de la diversidad. (una búsqueda en Google del tema)
Nos instalamos en una cumbre desde donde teníamos a la vista un amplio espectro de la cuenca de Yerba Loca, mientras unos cóndores se elevaban a cierta altura, nos comíamos las naranjas de Pancho y los que no estaban a dieta, las galletas de Lucho.
vista de Yerba Loca desde lo alto |
La historia venía de una madre afligida por la catástrofe que todo esto estaba significando para ella y sus planes de educar a sus hijos y la no menor inversión que ello le significaba. Esta había pedido ayuda al MEO cuyas respuestas e inoperancia la habían dejado perpleja.
Pancho, Rebeca, Isabel y Lucho |
¿Qué lío, no?
Bueno, un paseo maravilloso, de no tanto esfuerzo físico, pero gran deleite estético y de relaciones humanas.
dedales de oro |
Nota: Lucho Latorre nos contó este domingo que padece de alta presión, producto de lo cual tiene que tomarse una pastillita todos los días y que producto del efecto del ejercicio que le significa subir cerros todos los domingos, pudo baja la dosis a media pastillita diaria. Un dato relevante, no?
Gabriel, hola, me encanto tu posteo, linda mañana tuvieron, y quiero decirte ademas, que creo que el problema por el cual los estudiantes se manifestaron de diferentes formas no lo generaron ellos, la desigualdad, la mala calidad y el lucro en la educacion esta instalado hace tiempo, probablemente antes que ellos nacieram, ellos corajudamente dijeron basta, nunca antes esto habia ocurrido. Benditos estudiantes y pienso que poco los apoyamos los adultos, que pena.
ResponderBorrarCariños
Vero
Nuevamente Gabriel nos permite recrear la mañana de domingo, con su fiel y dinámico relato --no solamente de los hechos--, sino que de lo conversado. Como el viaje lo hice en la parte de atrás del auto, pude asimismo conocer otras facetas de mis amigos Pancho y Rebeca: en el caso de Pancho, su experiencia de su vida en las tierras del Tío Sam, conquistando la vida en un país lejano.
ResponderBorrarGracias, a mis queridos 4 amigos de esta jornada, de este domingo inolvidable.
Lucho Latorre
Gabriel, debes haber tenido mucha rabia para quedar afonico ¡¡
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