una señora reposada, seria y
un tanto terca e insobornable
Pues tiene distintas altitudes,
recovecos y caprichosas veleidades.
Vea cada quien sus propias aptitudes
y abórdela con decisión inclaudicable.
La nuestra, velada por un mal aire
pero sus robustos pulmones
la mantienen inalterable.
No la somete el smog, ese compañero
urbano infatigable
ni baja su cerviz ante aquel desleal
y etéreo ser abominable.
Antes bien, acoge en sus íntimas entrañas,
pase lo que pase,
a este singular grupo Subecerros,
domingo tras domingo,
como amante clandestina
que acepta el abandono
durante la semana.
Luis Latorre |
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