Día fresco, con nubes bajas en la pre-cordillera. Más arriba despejado con pequeñas nubes que desde los cerros parecían bellos copos de algodón.
Llegan la Consuelo, Víctor Bunster y yo, Gabriel. Pancho, el infaltable, no llegará. La Consuelo sospecha de matrimonio de hijo de Toyos.
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la Consuelo y detrás Víctor |
Decidimos ir a la ruta del Alto del Naranjo. Pagaremos tres tercera edad. Que pena. Hasta la Consuelo cayó en la tasación del guardia, que se calló por aprovechar el descuento. $ 500 pesos por persona.
En la ruta, antes de llegar al canal, decidimos hacerlo hasta ahí y luego disfrutar del paseo de caminar por su orilla aguas arriba.
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sol saliendo de detrás de una nube |
Descansando en el primer descanso o mirador, tocamos en tema de los matrimonios, una institución que quedó como una movida de los jóvenes, que sin duda son los que mejor lo pasan, a expensas de sus padres.
Los costos, enormes y los lujos, en aumento, casi en un tenor competitivo, a ver quien lo hace mejor.
Víctor opina que en los últimos, producto de la alta música, con dificultad podían conversar en su mesa.
Un pingue negocio, del que no sabemos zafarnos los padres. Aunque claramente los atrapados en esta cuestionable costumbre, están de cierta cota para arriba nomás.
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ya cerca del canal, pasado el acarreo |
Les cuento que la Alejandra, ya instalada en Isla de Pascua, en su nuevo trabajo en el
Explora, atenta a la calidad del servicio, da visos de estar bien, trabajando mucho y contenta con la aventura. Manda saludos, dice que ya empieza a echarnos de menos y espera vernos en alguna futura venida a Santiago.
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Víctor a la altura de la canaleta |
Nos sentamos en una especie de playa, con buena vista, a orillas del canal, a descansar y degustar un par de duraznos que traía Víctor.
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canaleta |
El cerro está notablemente seco, con los litres con partes de sus hojas secas, como medidas de austeridad en periodos de estrechez de agua.
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Consuelo y Víctor en la canaleta |
Un poco más abajo, bajando ya, vimos un águila lidiando con las ascendentes. Víctor recordó el regalo que le hizo hace poco, para su cumpleaños,su hija: un paseo en planeador. Nos contó la experiencia y dijo que los ascensos de las ascendentes eran a alta velocidad, al punto que se te producía un vacío en el estómago. Descenso y aterrizaje, suaves.
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