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domingo, 30 de marzo de 2014

A la canaleta del Alto del Naranjo

Día fresco, con nubes bajas en la pre-cordillera. Más arriba despejado con pequeñas nubes que desde los cerros parecían bellos copos de algodón.
Llegan la Consuelo, Víctor Bunster y yo, Gabriel. Pancho, el infaltable, no llegará. La Consuelo sospecha de matrimonio de hijo de Toyos.

la Consuelo y detrás Víctor
Decidimos ir a la ruta del Alto del Naranjo. Pagaremos tres tercera edad. Que pena. Hasta la Consuelo cayó en la tasación del guardia, que se calló por aprovechar el descuento. $ 500 pesos por persona.
En la ruta, antes de llegar al canal, decidimos hacerlo hasta ahí y luego disfrutar del paseo de caminar por su orilla aguas arriba.

sol saliendo de detrás de una nube
Descansando en el primer descanso o mirador, tocamos en tema de los matrimonios, una institución que quedó como una movida de los jóvenes, que sin duda son los que mejor lo pasan, a expensas de sus padres.
Los costos, enormes y los lujos, en aumento, casi en un tenor competitivo, a ver quien lo hace mejor.
Víctor opina que en los últimos, producto de la alta música, con dificultad podían conversar en su mesa.
Un pingue negocio, del que no sabemos zafarnos los padres. Aunque claramente los atrapados en esta cuestionable costumbre, están de cierta cota para arriba nomás.

ya cerca del canal, pasado el acarreo
Les cuento que la Alejandra, ya instalada en Isla de Pascua, en su nuevo trabajo en el Explora, atenta a la calidad del servicio, da visos de estar bien, trabajando mucho y contenta con la aventura. Manda saludos, dice que ya empieza a echarnos de menos y espera vernos en alguna futura venida a Santiago.

Víctor a la altura de la canaleta
Nos sentamos en una especie de playa, con buena vista, a orillas del canal, a descansar y degustar un par de duraznos que traía Víctor.

canaleta
El cerro está notablemente seco, con los litres con partes de sus hojas secas, como medidas de austeridad en periodos de estrechez de agua.

Consuelo y Víctor en la canaleta
Un poco más abajo, bajando ya, vimos un águila lidiando con las ascendentes. Víctor recordó el regalo que le hizo hace poco, para su cumpleaños,su hija: un paseo en planeador. Nos contó la experiencia y dijo que los ascensos de las ascendentes eran a alta velocidad, al punto que se te producía un vacío en el estómago. Descenso y aterrizaje, suaves.


martes, 18 de marzo de 2014

Por la ruta del Pochocón por detrás

Día despejado, con temperatura grata. Llegamos Pancho y yo, Gabriel, al punto de encuentro.
La cafetería está cerrada y taponeada. Pancho me contó que la habían asaltado, tratando de hacer volar el cajero automático y a los tipos se le pasó la mano con el balón de gas y volaron todo el recinto.

Pancho
Llamó la Alejandra, que no venía.
Nos fuimos a la ruta del Pochocón por detrás. Estacionamos su auto a un costado de un camino de tierra, después de ver que estaba todo pavimentado donde antes era tierra.

Gabriel con perros
De inmediato llegaron tres perros chicos que alegremente se nos sumaron.
Había un portón que pareció cerraba el paso, pero Pancho pasó por el costado del pilar y yo lo seguí.
De ahí para adelante, un ascenso que no se hace sentir mucho, pero que la animada conversa nos sorprende más arriba con todo lo que hemos subido.

Pancho y la Ermita detrás
Bellas vistas hacia el valle de la Ermita, donde saque una de las pocas fotos de esa mañana.

Ascenso bien conversado, interrumpido de a ratos por estos perros que anduvieron toda la mañana agitados, en son de cacería, escudriñando conejos por los cerros por donde íbamos, en más de una ocasión veíamos a un conejo correr despavorido y los perros detrás. En una ocasión apareció el conejo delante de nosotros, cruzó el camino y los perros dale que suene detrás.
Se fueron cansando y cada sombra que había en el camino se echaban y refrescaban el abdomen en el frío del suelo.

los tres perros
Llegamos arriba, poco antes de la última encumbrada al Pochocón, cosa que no hicimos y doblamos a la izquierda donde hay unos restos de zona de picnic y telas de playa de lanzamiento de parapentes y ahí nos instalamos a comer las naranjas de Pancho y a descansar.

Gabriel cerca de la cima
Después de un rato, tipo 12, volvimos por el mismo camino por donde habíamos venido. Siempre atentos a la pisada, pues hay mucha piedra suelta, de buen tamaño para las torceduras de tobillo, cosa que nunca nos pasó.

Un buen paseo, buen ejercicio, buena conversa, pero echando de menos al resto de los habituales, especialmente a las mujeres.

domingo, 2 de marzo de 2014

Iniciando la temporada con caminata suave

Lo posicionamos como el primer día después de las vacaciones, así que elegimos, a sugerencia de la Alejandra, una ruta suave, amigable, que nos permitiera sacar a mover estos cuerpos, sin mucho daño.

Victor, Pancho, Alejandra, Isabel, Eugenio, Cristian
La elección fue la Ermita y caminar plano, ni tanto, hasta el río.

Eramos 7, un buen número: Pancho Balart, Alejandra Cambiaso, Eugenio y la Isabel, Víctor Bunster, Cristian Estay y yo, Gabriel.

yo, con mis anteojos que me compré en la Shell
Viajamos en la Van de Cristian, donde cabíamos todos; dejamos el resto de los autos, donde siempre, en la callecita esa.

Cristian y Pancho en primer plano
El día soleado, algo fresco, frío incluso en las zonas sombreadas al principio. Dejo presente que la noche anterior, llovió en Santiago, en las zonas altas. Había caído nieve en las altas cumbres.

una hermosa vista
Nos pasan dos o tres huasos, con tres caballos ensillados a la rastra cada uno. Iban a buscar a unos amigos más allá.
Mas tarde pasarían con sus amigos arriba de los caballos, bastante alegres todos, llamándome jutre al pasar, cosa que me produjo una disonancia cognitiva, pues los huasos me caen bien, como imagen visual, pero este término deslindaba en una falta de respecto en alguna parte de mi retina. Me fui por la buena onda; después pasaron devuelta, más contentos aún.

en el punto final
Apareció un lugar de eventos, que a la vuelta quisimos conocer, llegando hasta el río sin encontrarlo. Quedamos de en una siguiente vez, entraríamos y llegaríamos a las instalaciones, que después vimos desde una parte alta del camino. Se estarían haciendo matrimonios ahí según nos enteramos.

Cristian Estay
Llegamos al río y con Pancho nos instalamos en son de hasta aquí nomás llegamos. Tres cruzaron y siguieron más allá, pero al poco rato volvieron y se instalaron con nosotros, a la orilla del río, con el ruido del agua, una suave brisa, los arboles que se mecían, un lugar idílico.

Isabel y Pancho
Comimos las naranjas de Pancho, duraznos, frutos secos, jugos, alimentos en abundancia de todos los presentes.

Alejandra
Largo rato estuvimos ahí; quizás por eso llegué tan tarde a la casa. Es que no queríamos irnos de ahí.

huasos tirando caballos encillados
Aparte de conversaciones memorables.

yo, podando las ramas de zarzamora