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lunes, 26 de abril de 2010

De la Ermita por el surco de las aguas

Amanece despejado; corro atrasado pues despierto pasada la hora debida; paso a buscar a la Rebeca, a la que tengo que esperar pues ella también se ha quedado dormida.
Llegamos a la Terpel y ya están ahí Pancho, María Elena y la Consuelo.

Somos el núcleo más íntimo en esta época de la vida de este grupo de subecerros, coincidimos.
¿Será esto un factor que aleja a algunos, algunas, de nuestros visitantes periódicos; este fuerte gusto de estar juntos? esta soltura y despliegue de quienes somos? este disfrutar así, simplemente, subiendo y bajando cerros; conversando?

Vamos los 5 en  el auto de Pancho; yo manejando; y la María Elena nos cuenta los secretos, las perlas, de su última charla espiritual o de desarrollo personal a la que fue (obvio, me olvidé de los nombres).
Estar atentos a lo que nos dice el cuerpo, frente a cada situación; es parte de la enseñanza que nos transfiere.

Si, estamos de acuerdo y mientras subimos el cerro bromearemos con ello.

Paramos en la Ermita. Caminamos un buen rato calle arriba, hasta tomar la vereda contraria y meternos para ir a la subida esa, hacia el norte, donde en la cima hay lo que llamamos la playa, donde más tarde estaremos echados de espaldas, descansando y disfrutando de estar ahí.

Me encuentro un alicate; decido tomarlo.
Más adelante, optamos por tomar la ruta del surco de las aguas; la Consuelo, trancada por las zarzas que cierran el camino, pregunta, alguien trajo una tijera de podar? Si, digo; y saco mi alicate.
Y abro el paso.



Está helado; especialmente en las sombras. Más arriba,en un recodo del surco, donde pega exquisito el sol, nos detenemos a que especialmente dos, que optaron por ir sin polar y en manga corta, recuperen su energía calórica. Y, la María Elena sigue con sus cuentos del maestro ese, pasándonos enseñanzas en su modo de reglas, casi imposiciones, propias de una uno del Eneagrama.

Más allá, atendiendo las señales de la intuición y lo que el cuerpo nos decía, salimos del surco hacia la derecha y tras pasar una escarpada ladera, llegamos a una empinada cumbre, que resultó no ser el cerro que esperábamos, sino uno que había al medio.
Estuvimos en esa cumbre mucho rato; una hora podría haber sido, pues el sol, las naranjas de Pancho, la vista majestuosa desde lo alto que disfrutábamos, teniendo abajo todo el recinto de la Ermita; era para no irse nunca de ahí.

Encontramos el paso hacia el cerro que sería nuestra ruta de descenso, pero antes subimos hasta donde estaba nuestra playa, cima, cumbre, del cerro habitual. Ahí nos tiramos en el suelo, todo a lo largo de nuestros cuerpos, y algunos se taparon la cara con gorros y a darse un buen descanso.

En esa cumbre, de repente nos distrajimos de todo el imponente paisaje, pues atrás estaban los consabidos acantilados que no dejan de atrapar nuestra atención.

El tema que nos distrajo y sacó de ahí, fue la noticia impactante de los abusos sexuales, esta vez del cura Karadima. No hay salud. Expresamos y expusimos nuestros particulares puntos de vista, que no dejaron de ser fuertes y casi como para ponerlo a nivel de terremoto social.
De si es cierto o no, fue un punto; pero las fuentes traídas a colación nos hicieron pensar que parece que es cierto. Uf. Rabia; crisis valórica. Crisis de guías del espíritu. Nos estamos quedando sin guías; a solas.

Bueno, bajamos, por una ruta que no fue fácil; quizás solo por que es aparentemente muy poco traficada y hacia tiempo que no veníamos por estas veredas.

En la Ermita con la María Elena, con la que llegué adelante, nos pedimos unas exquisitas empanadas de queso caliente, que me fui terminando mientras manejaba ruta abajo, en amena conversación.

domingo, 18 de abril de 2010

Música y otoño en el potrero

Al potrerito de la Diputada partimos esta mañana nublada y un poco fría de otoño: lugar de singular paisaje que tiene un encanto especial, algo como místico y mágico que lo envuelve con nosotros dentro cada vez que lo visitamos estos domingos de subecerros. Hacemos grupo de cinco con Pancho, la Consuelo, Gabriel, Paulina  y yo (Rebeca). Algo así como sueño o ensueño sorprende a la Consuelo que olvida sus bastones en la bencinera y ya desde el auto la urgencia obliga a conectarnos con la Terpel para avisar y pedir su resguardo.

De entrada, las imponentes rocas de todos los tamaños y formas, sus relieves finamente moldeados sugieren un sinfín de personajes y objetos que a cualquiera le aviva la imaginación y te traslada automáticamente tanto a escenas  del lejano oeste como de ciencia ficción. Lugar soñado para cualquier grupo de niños que llama a jugar a las escondidas o a la guerra de indios y soldados: acá estamos nosotros algo crecidos respirando aire puro con olor a madera y flores, y sin otra pretensión que tomar contacto con la belleza natural que nos anima a movernos y  a comunicarnos.


 El potrerito nos espera y recibe con aplausos después de una agitada y presurosa subida sin detenciones, sobre la gran piedra alguién ha dejado un portaretratos sin foto que vuelve a invitarnos a echar a  volar la imaginación y sin esfuerzo alguno y entre risas y bromas aparecen distintas imágenes y posibles eventos celebrados acá en alguna ocasión a la que no fuimos invitados. Entretenidos de tanto especular, nos ponemos nuevamente de pie para seguir subiéndo por la izquierda.


Arriba aparecen las naranjas dulces de Pancho y mis manies sin sal, también el corretaje de propiedades que a Paulina ocupa, y la foto de aves que nos sobrevuelan y otras especies que nos observan sin temor como silenciosos participantes de la informal reunión.

Las conversaciones de hoy hablan de la percepción de que estamos viviéndo el cambio de era, somos parte de las generaciones que provocan el cambio junto a nuestros hijos y nietos que ya vienen muy distintos. Límites y tradiciones se funden como el metal trastocando y debilitando rígidas posiciones y roles que ya no hay autoridad que sostenga "la verdad absoluta" tal como la aprendimos, hoy más bien se habla de respetar las interpretaciones personales. Sin duda que el cambio me lleva a contemplar este paisaje natural muchas veces visitado, sin embargo no puedo decir que ha permanecido igual o ni siquiera parecido al que guardaba en mis recuerdos de ayer o antes de ayer.

En la bajada con Gabriel y Pancho nos explayamos en acalorada conversación sobre la música y su función terapéutica, salgo a explicar la música y sus beneficios sanadores a mis dos amigos, pero lo hago algo insegura y al parecer sueno poco convincente porque el discurso me agota...y el prejuicio me acogota. Se dice que el ser humano se expresa a través del arte, que los artistas anticipan los cambios, sin embargo la sociedad mercancista los ignora y no reconoce su valor. La música o arte de los sonidos, entra sin filtros adentro de cada uno de nosotros, nos produce emociones que nos conectan y movilizan. La inteligencia musical no es sólo dos palabras juntas sino el resultado de acusiosas investigaciones  que han levantado luces para entender científicamente su significado y tomarlo más en serio. (Visita este blog en donde se presenta una serie de estudios sobre este tema).


El paisaje de vuelta habla por si solo de  lo bueno de este paseo, las preciosas flores rojas que se enredan en árboles y cactus que aparecen tan divinas...fotos y más fotos, de pronto nos aclara la Consuelo que se trata de una plaga que les quita fuerza  tal como una enfermedad humana.

La música finalmente no sólo sana y reconforta el espíritu, sino también puede convocar a millones de personas desde distintos países del mundo incluído el nuestro, músicos, coros, cantantes todos al mismo tiempo cantan la famosa canción de The Beatles: "All you need is love".El objetivo de esta experiencia es concienciar a la gente para luchar contra el SIDA en África.


Un excelente final para una conclusión genial: "todo lo que necesitamos es amar"...dicho con música entre todos el mensaje crece más y resuena como una gran cadena de oración...¿Se habrá imaginado John Lennon alguna vez lo grandioso de esta hermosa canción?

lunes, 12 de abril de 2010

Terremoto en el cerro

Grato encuentro tuvimos hoy domingo en la Terpel: apareció la Anita e Ignacio, la Consuelo, Andrés, la Carmen Gloria, Gabriel, y en último momento la Marcela Molina que venció el sueño, se subió al volante y en unos pocos minutos estaba con nosotros. !Gran impulso nos juntó esta mañana!

El día anterior habíamos recibido la lamentable noticia de la muerte de la mamá de Pancho Balart y quisimos acompañarlo a él y su familia a la misa pasado el mediodía, por lo que hacemos una subida corta hasta la canaleta. Además de esta triste noticia, de a poco nos vamos enterando de otras rupturas, grietas y trizaduras que miembros de este grupo han vívido post terremoto, algo así como lo declara la Consuelo; "corazones de adobe" que sucumben a las catástrofes  de naturaleza sentimental. Fuerte el terremoto de tierra, más fuerte el maremoto de agua...profundo el terremoto de corazones rotos.



Pero no todo es triste después del terremoto, también hay quienes cuentan de testimonios que hablan de parejas que se reencuentran, de padres que mejoran la comunicación con los hijos, de familias que establecen amistad con sus vecinos, mucha gente de este pueblo chileno que se junta para ayudarse y recomenzar su vida de nuevo.

A poco andar, el calor nos da sed y la sed nos hace parar en repetidas oportunidades para recuperar aliento y ponerse al día de tantas historias pasadas vividas y otros cuentos y anécdotas que nunca faltan, la conversación de negocios entre las mujeres aparece constantemente, las emprendedoras que inventan y se reinventan en estos tiempos difíciles es un tema que a los hombres les impacta comenta Gabriel ante el grupo mayoritario de mujeres que acompaña.



La hora de "colación" llega en la parada en el bosque de la canaleta no sólo para los hambrient@s subecerros sino que también para las miles de chaquetas amarillas que nos quieren asustar con zumbidos molestos y sabotean nuestro preciado picnic de  naranjas, galletas, pasas y sándwich de palta que compartimos con ellas sin alternativa.



Sonidos de agüita de la canaleta, paisaje de cumbres que nos rodean, aguilucho ofrece show de planeo dando clases gratuitas de optimización de energía nos sorprende en el empinado camino. Huellas de movimiento de tierras y derrumbes nos hacen desconocer la ruta por momentos. Una vez más siento la certeza de que la naturaleza enseña, la naturaleza habla y se enfurece aveces, a la naturaleza hay que cuidarla y amarla. Nosotros somos parte de la naturaleza.

La bajada nos apura el paso, Andrés que mantiene un ritmo envidiable, ha subido al alto del naranjo y ya abajo nos espera en el auto desde hace un buen rato para llegar a tiempo a la despedida de la señora Antonieta (mamá de Pancho).



La naturaleza hoy fue amable con nosotros y muchos más que vinieron al cerro a conectarse y compartir como hermanos del milagro de la vida.