Páginas

sábado, 17 de enero de 2015

Salida del domingo 11 de enero por la ruta de Antawaya

El que escribe, Francisco Toyos, llega puntualmente al sitio de reunión, cosa no acostumbrada en él. Por supuesto encuentra estacionado el auto de Pancho Balart y al interior de la cafetería esta Consuelo. A los pocos minutos llega Victor Bunster.

Los cuartro se reúnen a planificar la salida, piensan que será el contingente final... Pero no... aparece un nuevo vehículo que porta a José Manuel Salinas, Lili Reginatto y Annemarie Jacob.

José Manuel y Lili, Consuelo, Víctor
Los siete emprenden rumbo a La Hermita, mas precisamente al Rio Molina. A la entrada, en vez del habitual cobro de mil pesos, encuentran a un señor que les comunica que ya no se puede entrar al recinto sin traer un papel de autorización que entre otras cosas implica un pago de cuatro mil pesos por persona. Según el, se quiere controlar el acceso, en especial evitar la entrada de pescadores. Finalmente como excepción acepta el ingreso, sin cargo.

río Molina
Los autos entran por el camino de tierra hasta donde esta el letrero de madera Antawaya. Allí ingresan, bajan, cruzan el Estero Covarrubias, suben, pasan por el lado del recinto Antawaya y llegan hasta el final del camino.

Desde allí en grata caminata, entre calor del sol y refrescante sombra de los arboles se cruzan con una culebra, que hace que el grupo se detenga y se entretenga por largo rato. Luego la caminata continua hasta que cruzan el Rio Caroca y llegan a unos lindos potreros que son el punto final de la caminata.

Lili y José Manuel
Annemarie saca su radio y el grupo baila alegremente una danza del Paneuritmia. José Manuel sentado a la sombra de un árbol observa al grupo que alegremente danza.

Luego el grupo se dirige al punto donde el Rio Caroca desemboca en el Rio Molina. Allí comparten alimentos y algunos se bañan en las frías pero exquisitas aguas.

culebra
El reloj es un tirano, hay que volver a almorzar a las casas. Con mucho pesar el grupo deja ese idílico lugar y camina hacia los autos. El día es caluroso pero hay viento y con zonas de sombra... el caminar resulta muy grato.

El grupo se despide ¡¡¡hasta la próxima!!! un muy entretenida salida

domingo, 4 de enero de 2015

Paseo con chapuzón por Antawaya

Éramos cuatro hombres en el punto de encuentro. Ya pensábamos que seriamos solo nosotros y llegó la Anne Marie y equilibró las energías.
Dirk, Victor, José y yo, Gabriel; más la Anne Marie.

en el punto de partida, Dirk, Victor y la Anne Marie
Nos fuimos a la ruta de Antawaya, entrando por la Ermita. Pagamos luca por persona, que intentaron fueran dos lucas.
Dejamos el auto a la entrada; la puerta del desvío a Antawaya estaba con candado.

Anne Marie, Dirk, José y Víctor
El estero traía menos agua que la vez anterior; poca agua. El río que empezamos a bordear, desde cierta altura, traía un buen caudal, En la ruta empecé a soñar con un baño en ese río.

José en la delantera, Víctor y Dirk
Anduvimos rápido. Iba en la delantera con José, conversando de los tejes y manejes de la industria farmacéutica.
Parábamos cada cierto tiempo a esperar a los demás, que venían un poco más lento.
Las vistas al río allá abajo, eran hermosas.

Dirk en lagua
Dirk me mostró como este sendero nos acercaba a la cumbre del Colorado. Excelente opción en esta época del año, especialmente por lo que haríamos después.
Llegamos al punto donde la vez anterior nos habíamos sentado y comido nuestras viandas. Y en vez de sentarnos, nos fuimos a buscar una ruta al río.


Con la ayuda de mis tijeras de podar, cortando por aquí y por allá, las zarzas que bloqueaban o dificultaban el camino, logramos finalmente llegar al río.
Caudal abundante, como para darnos un chapuzón.

La Anne Marie se fue aguas abajo y los cuatro varones, nos fuimos a buscar un buen lugar para bañarnos, aguas arriba. Lo encontramos y procedimos con los preparativos desnudatorios.

dinner room
El primer ingreso al agua fue doloroso incluso, por lo heladas de las aguas. El método fue entrar y salir. Recuperar el calor y volver a entrar. Desde la segunda en adelante, sumíamos completamente el cuerpo en las aguas, cabeza incluida.
Fue un deleite; un refresco impagable.

José Salinas, Víctor Bunster, Anne Marie y Dirk Holz
Buena parte del tiempo figurábamos sentados a la orilla, en piedras o simplemente de pie, observando el agua y conversando, bromeando.

Subimos a las mesa donde comimos un delicioso menú, que incluyó un exquisito melón que llevé yo, que repartí en delgadas lonjas.
Comimos además guindas de Víctor, frutos secos de la Anne Marie, naranjas de Dirk.

Como a las 12:05 emprendimos la vuelta. Si no fuera por la brisa que nos acompañó, habría sido un día abrazador, con sus 33 grados pronosticados.

estos dos pasaron a pata pelada el estero, poco antes del auto
Llegamos al auto y agradecimos los avances tecnológicos. Fue un verdadero deleite snetarnos en los mullidos asientos y a la sombra. Rápidamente José hizo funcionar el aire acondicionado y ya estábamos totalmente de vuelta en la civilización.

José, entero, después del largo paseo
Finalmente llegué como a las 3 de la tarde a mi casa con las 8 empanadas que me habían encargado.
Qué te pasó? me preguntó mi hija al entrar.
Nada le dije y me fui a duchar.