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domingo, 19 de febrero de 2012

Solo al Pochoco

Hoy fui al Pochoco. Nadie concurrió al punto de encuentro habitual, a la 8 de la mañana, de domingo. Habría sido una grata sorpresa encontrar a alguien, pero estaba preparado para un eventual ascenso solo.

Y fui al Pochoco. Estrenaba varios objetos de mi reciente cumpleaños del 7 de febrero: pantalones de mis hijos, bastón de la María Elena, polera de mi cuñado casado con mi hermana Maruja y anteojos de larga vista, del Caco. Se pasaron, gracias nuevamente.

aparece el sol en la ruta
Día despejado. El ascenso casi completo, del lado sombrado del cerro, por la hora.

Muy poca gente. Abajo habían como cinco autos más cuando llegué. Así que casi no me crucé con nadie al subir.

sendero a contra luz
Solo un par de tipos que venían con un perro cachorro, con ellos, que me dijeron que eran tres hermanitos, que habían sido abandonados en el cerro. Efectivamente, ya había oído a la altura del mirador, algo que lloraba y se movía más arriba, pero pensé que eran los tipo ratones que andan en estos cerros.

Ahí salgo yo
Había meditado esa mañana como suelo hacer, así que mi disposición a ir muy en el presente, viendo lo que había frente a mis ojos, fue algo natural. El chicharreo de mis temas de estos tiempos, también me acompañó.

ya en la cumbre
La verdad, subir en solitario es un regalo, que uno debiera darse una vez al mes. No se sientan mis amigos de todos los domingos. Lo más probable es que no lo cumpla, pero cuando se da, lo valoro.

Y lo otro, el ejercicio, que medio había abandonado, con caminatas por playas planas, que nunca son lo mismo. Me costó llegar a la cumbre. Los últimos tramos, avanzaba un poco, paraba, recuperaba el aliento y seguía. Igual logre llegar a la meta en buena forma.

mi compañero en la cumbre
Y el resultado, genial, estoy a esta hora de la tarde trabajando a mil en el computador, con una creatividad, claro síntoma de tener las células mejor oxigenadas.

Sea este un posteo de inicio de temporada, luego de la vuelta a vacaciones. Un saludo a todos.

empezando le descenso

1 comentario:

  1. Opino lo mismo, caminar sin más compañía que uno mismo es un regalo que debiéramos hacernos con alguna frecuencia, y no solo una mañana, sino que un par de jornadas en solitario. Celebro que lo hayas realizado. Un abrazo. Jorge

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