El día amanece cerrado, con neblina, abajo en Santiago. Nos encontramos en el punto de encuentro: Pancho, Dirk, la Alejandra, la Rebeca, José y yo, Gabriel.
Habían compromisos de algunos al almuerzo y otros, dos de ellos, querían una ruta desde la cual pudieran seguir cerro arriba.
A Las Varas fue la decisión, por la ruta que nos lleva al Alto del Naranjo.
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Dirk, Alejandra y José |
Ya en la Shell estaba despejado. Todo para arriba despejado, pero con la nube, neblina, encaramándose por los cerros detrás nuestro. En la cumbre el espectáculo era bello, pues estábamos justo sobre las nubes, que se desplazaban en ágiles torbellinos, en un espectáculo tanto o más bello que el concierto de la
Sylvia Soublette, al que varios habíamos ido en la semana, con la Rebeca entre las protagonistas.
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ganado en corral |
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macho lame orina de la hembra |
Cuando saco mi botella de agua azul, Dirk empieza a hacer muecas, que después remata diciéndome que no tome más de ese veneno y se compromete a mandarme
este link de un tal
Mercola, que parece tiene acceso a información privilegiada de qué es bueno y qué no, para la salud.
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la neblina por allá abajo |
Como siempre, este grupo, donde el ejercicio es un asunto al que venimos, la conversación, ocupa un espacio privilegiado y apreciado. Las personas se agrupan de a dos o tres y métale conversa. Y sin darnos cuenta llegamos a la cumbre.
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Pancho. José. Rebeca, Dirk y la Alejandra |
Mucho conversamos del evento de la Sylvia Soublette, donde colaboró con un importante rol, la Rebeca. Pero a mi lo que más me llamó la atención de la Rebeca, es que como ha retornado, después de una reclusión de cinco años, disfruta, del aire de montaña, de los olores y principalmente de lo que sus entrenados oídos escuchan. Y te lo va diciendo, por aquí y por allá, y hace que uno tome mas conciencia de todo ello.
Efectivamente, el día, el aire y los aromas primaverales, eran ese día domingo, exquisitos.
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Rebeca adelante, detrás Pancho, luego Dirk y José |
Hasta la canaleta, el camino es casi como pavimentado; íbamos por un camino, incluso para autos. Pasado el canal, un sendero de cerros, normal.
Y cuando llegamos a una cumbre y aparece el otro lado, bello, grandioso, con el Plomo al frente y toda esa cordillera, buscamos una sombrita y ahí nos instalamos. A comer naranjas, frutos secos, mandarinas; no había chocolate, pero si brotaron unas galletas.
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José y la Alejandra |
Estuvimos ahí un buen rato, apreciando como las nubes subían y subían alrededor nuestro. Hasta que de repente las nubes empezaron a pasar sobre nosotros y ahí nos despedimos de José y la Alejandra, que se disponían a seguir cerro arriba y el resto a bajar.
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en la cumbre, Pancho, Gabriel, Rebeca y Dirk |
En el descenso nos sumergimos en las nubes. Divisamos a un gran grupo, con el que nos habíamos cruzado al principio, que caminaban por la canaleta, en fila india, aguas arriba.
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Dirk, reflexivo |
Al bajar, nos volvimos a detener en un corral lleno de vacas, toros, novillos y terneros. Metían un ruido significativo, creemos nosotros, porque los tenían guardados ahí, en día domingo y ellos o querían alimento o querían simplemente salir de ahí.
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José, escuchando a Dirk |
Al auto de transporte escolar de Dirk. De ahí a los autos de cada uno. Yo a la casa de mi madre a ducharme, para correr a una invitación que tenía para almorzar en el restaurante La Cascade en Borde Río, donde comí exquisito (no, se me olvidó sacarme una foto).