Al llegar ya estaban ahí Eugenio Lagos y José Salinas, mi consuegro.
Un rato después, llegan la Anne Marie y Francisco Toyos.
Antes que llegaran, los que estaban habíamos acordado ir al Pochoco. Francisco traía en mente los Llanos de Javier, pero aceptó el plan del Pochoco. Este es un destino que varios de los subecerros siempre rechazan; hoy no estaban.
![]() |
Anne Marie, Eugenio y Francisco |
![]() |
Gabriel. Eugenio y Francisco |
Hay más gente que viene a este cerro. Temprano no había tanta. Cuando bajábamos, nos cruzamos con un par de grupos grandes; uno de ellos de mujeres norteamericanas, con las que nos detuvimos algunos a conversar y a denostar juntos a su presidente, el tal Trump, que les avergüenza.
![]() |
Eugenio |
De repente, sin movernos aún del Mirador, vemos los cerros hacia el norte, nevados, preciosos.
Y de repente, como de golpe, se abre todo y quedamos bajo cielo despejado. Una maravilla. No lo esperábamos.
![]() |
José y Eugenio en la cumbre |
Subimos por la garganta de rocas, para luego tomar la ruta directa a la cumbre.
Llegamos dándole la espalda a Santiago, por la ruta más empinada.
![]() |
Francisco, Eugenio, Anne Marie y José, descansando en la cumbre |
Ahí comimos un surtido menú, que incluía almendras tostadas (no quedó ninguna), frutos deshidratados, manjar duro y chocolate con coco.
Llegaron unos pajaritos que se nos acercaron mucho, caminando y les dimos manjar y otras cosas, que comieron con avidez y nerviosismo, siendo nuestros acompañantes, buena parte de nuestro largo descanso.
![]() |
cóndores a la vista en la cima del Pochoco |
Llegamos abajo justo a las 13:30. Cansaditos, varios.
El descenso hay que hacerlo sin mucha conversación, atentos adonde ponemos cada paso, pues las caídas son un riesgo. El suelo está muy roto, en muchas partes del camino.
![]() |
cambiaron la imagen por una carita sonriente |