Estamos de los infaltables: Pancho y yo, los ausentes son Gabriel que se vá a la playa, mientras la Consuelo a Linares. La sorpresa fué re-encontrarse en la Terpel con un desaparecido Andrés Reutter y mi cuñado Martín Wielandt. Ambos por su cuenta vienen y nos cuentan sus propios paseos y panoramas domingueros mientras comenzamos a subir hacia los tubos de La Hermita.
Bicicletas van y vienen, tantas como dedales de oro amarillos y anaranjados caprichosos que rodean caminos y senderos por todas partes, lucen divinos y coquetos protagonistas de una esperada primavera que llega imponente en estos dias para alegrarnos la vida y calmar los aires de fin de año que dejan a cualquiera sin aliento ni respiro.
El abuelo Andrés, no puede más de alegría gozando a sus nietos mientras Martín cuenta sus subidas a otros cerros con sus hijas y pololos. Mientras ambos nos cuentan sus historias, seguimos subiéndo hasta llegar a una torre abandonada que fotografíamos de inmediato, y no sólo por registrar y postear, sino porque Andrés manifiesta su intención de denunciar este abandono para que la boten.
Mientras observo estos fierros oxidados y amarillos a los que no le veo brillo alguno, porque más me interesa admirar el paisaje inmaculado que los rodea, sin embargo, me impresiona que a mis acompañantes les aflora su mente de ingenieros, ellos con su vista y tacto, reproducen el mecano en sus conversaciones valorando estas construcciones montadas con materiales sólidos y rigurosa técnica que los hace indestructibles, probablemente pasaran años sin desmoronarse ni fatigarse y hasta es probable que se re-utilizen con otros fines, según nos comenta con interés particular nuestro amigo Andrés.
Nuevamente por el filo, observamos hacia el valle una nueva congregación de amantes de música tecno que han pasado la noche en campamento, supongo que agotados por el baile, a esta hora la música suena levemente a la distancia. ¿Será que ya están más civilizados? me pregunto. En anteriores ocasiones, la música sonaba fuerte y no daba tregua alguna a nuestros sensibles oídos que esperaban tiernos sonidos naturales más propios de estos lugares.
Privilegio al fín arriba nos espera la panorámica del paraíso; en el plano caminamos por el sendero entre celestosas cañas largas que terminan en una alfombra de oro de amarillos dedales. Colmados de asombro de ver tanta belleza, nos llama a meditar para sentir y llevar adentro tan glorioso regalo de jardín y primavera.La bajada no se deja esperar y la hacemos cortita, ráudamente nos deslizamos cerro abajo ayudados por la ventolera y siguiendo la ruta original. Una vez abajo, se siente el calor de una mañana amarilla espectácular, repitiéndo una y otra vez, los incontables adjetivos que salen de nuestros labios con toda naturalidad para describir lo placentero de estas salidas que nos regalamos algunos humanos para compartir y contagiar el entusiasmo de vivir y revivir cada domingo.
Que bien que re aparezcan Andrés y Martín; y que belleza el jardín de flores amarillas. Yo los recordé desde la costa en memorable fin de semana. El próximo domingo de seguro estoy nuevamente con ustedes.
ResponderBorrarmaravilla de paseo, lamento tanto habermelo perdido....ojala las flores duren hasta este domingo. besos a todos Carmen Gloria
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