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martes, 1 de noviembre de 2011

Martes 1º de noviembre en el Guayacán

A la hora señalada (cito a hollywoodense Gary Cooper), en la ex Terpel llegamos Gabriel Bunster, Caco (Carlos) Salazar y yo (Luis Latorre). He de confesar que ejercí una prudente presión para que esta vez el cerro que eligiéramos, nos ofreciera una bajada algo más amable que la del Pochoco, que experimentamos el sábado inmediatamente anterior. Cordialmente mis amigos aceptaron y fuimos al Guayacán, pero por un camino de rápido acceso.

Yo (Lucho Latorre) y Caco Salazar
Ya en "nuestro" estacionamiento, comenzó la conversa entretenida y plena de reminiscencias, cuando exploramos en el interior, los automóviles allí estacionados/abandonados: para los + entendidos, un Buick Eight, un Chevrolet Power Glide y un Ford 49. Caco hizo una afirmación inmediatamente compartida por sus contertulios: aquellos blindados americanos aún conservan el olor característico, algo de metal y de su añoso tapiz.

el ascenso
Y de ahí en adelante, transcurrió el andar y la conversa en cómo los recuerdos quedan grabados en nuestro inconsciente, para reflotar cuando acudimos a ellos: Caco, como pintor y desde su óptica plástica aludió a las combinaciones de colores, que quedan a veces almacenadas en nuestras mentes, desde niños y para siempre: aquí surgió Gabriel con una reflexión que nos dejó perplejos y meditabundos, la que inmediatamente la hicimos nuestra: los niños, no viven con las aprensiones del futuro y no guardan nostalgia de su breve pasado, ergo, viven intensamente y de manera casi abolsuta el PRESENTE, origen tal vez de su felicidad y transparencia.

Gabriel y Caco
Luego, una limpia y fresca niebla comenzó a abrazar los cerros del entorno; nuestro permanente faro y compañero visual, el Manquehue, fue súbitamente cubierto por esta sábana natural desde su base y hasta un tercio de altura, dejando a la vista su majestuosa cima, de suerte que pareció un islote simétrico en medio de ese mar albo.

primer descanso
El retormo, asimismo rápido, de manera que en 2 y media horas subimos, conversamos, descansamos y bajamos. Nuestros sempiternos dedales de oro se levantaron tarde esta vez, y lucían soñolientos, cerrados, quizá engañados por este asomo de otoño: claro está que nunca más vimos y nadie verá, unos dedales de oro albinos, como lo que descubrió e inmortalizó Gabriel.

en la canaleta, nuestro cima para ese día
Y como consuelo para quienes trabajamos mañana, pensemos que "el miércoles sólo dura un día".

Lucho Latorre en la cumbre
ya en la bajada
flor del cactus

Texto de Lucho Latorre.

Nota: poesía de Lucho Latorre

1 comentario:

  1. Memorable, lenguaje poético e ilustrado posteo...realmente bueno Lucho. Gracias.

    Buenas las fotos Gabriel...lo pasaron muy bien ustedes...eso se nota.

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