Al llegar al punto de encuentro, había cuatro mujeres en animada conversación. La Lily, la Soledad, Nancy y la Anne Marie, que había venido solo para traer a su amiga Lily, que necesitaba salir a los cerros, afectada por varias situaciones dolorosas.
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Nancy y José |
Seriamos ocho; perdón siete; de verás que la Anne Marie, no fue con nosotros.
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Víctor |
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José, Nancy, Pancho y Víctor |
En el tranque figurábamos todos juntos. Harta agua, quizás un poco más incluso, que el domingo pasado.
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Pancho, Víctor y la Soledad |
Intentamos seguir cerro arriba, pero la mayoría prefirió la caminata aguas abajo, por la orilla de la canaleta.
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la Lily |
El día estaba despejado. Incluso al principio, había un tenue velo de nubes altas, que fue desapareciendo. Pero igual hacía frío. En un momento me saqué el polar, pero ya caminando por la canaleta, empecé a estornudar y decidí ponérmelo de nuevo.
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Lily y José |
Recuerdo haber comentado, sentado en el borde de la canaleta, con un puñado de pepitas de chocolate que había traído la Lily en la mano, de cuan notable era todo lo que sucedía en el interior de nuestra biología, incluso comentando el complejo proceso de confección de proteínas al interior de las células, en el sentido que nuestra tan valorada razón, quedaba a muy bajo nivel en comparación. Y aún así todo lo que sucedía en nuestro interior, era parte de nosotros y de quienes somos. Y de ahí hablamos de si el cuerpo o la mente razonadora, era más inteligente. En ese escrutinio, en esa canaleta, ganó el cuerpo.
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Pancho entre Los Intrépidos |
Bajamos por la bella ruta del borde de la canaleta, hasta el tranque en la punta. De ahí tomamos la calle misma, donde me resbalé y saqué la cresta, con calambre, por lo que figuraba en el suelo con Pancho estirándome un pie, antes de poder pararme y seguir sin problemas.
Abajo, en la recepción, nos volvimos a encontrar con el grupo completo de los Intrépidos, antes de despedirnos e irnos en nuestros autos.