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domingo, 22 de julio de 2018

Frio día soleado de invierno por Las Varas

Llego el primero al punto de encuentro, en la Shell. Ya venía rodeado de los acelerados esquiadores que iban a aprovechar que aun hay nieve en las canchas de ski.
Al poco rato, sorpresa, se estacionan detrás mio, Eugenio Lagos y la Isabel Eguiguren. Después llega Pancho y pienso que en vista de las notables visitas, invita cafés en el UPA.
Desde dentro vimos que afuera, miraban a uno y otro lado, Miguel y la Andrea, nuestros amigos alemanes. Salimos a llamarlos y se nos sumaron a la mesa.

subiendo una parte empinada a la orilla de la canaleta
Eugenio pide algo escueto, pues tiene compromisos. Cualquier escusa sirve en estos tiempos para irnos de nuevo a Las Varas. Para allá arrancamos en dos autos, uno de ellos el mio.

Ruta, la de siempre, por la canaleta, caminando aguas arriba.

Figurábamos en animada conversación Pancho y yo, poniéndonos al día con Eugenio y la Isabel, que nos dimos cuenta que nuestros amigos alemanes se quedaban más atrás, quizás sintiendose out de tanta agitación y amistosidad. Yo los animé a incorporarse, cosa que hicieron.

Andrea, entumida, Eugenio y la Isabel
Su viaje (el de Andrea y Miguel) a Uyuni del fin de semana pasado, no fue tan ideal, pues su hijo, con el se iban a encontrar, se enfermó de pulmonía y se lo pasó varios días hospitalizado, en algo que ellos no llamarían hospital y donde no todo fue perfecto.
Bueno igual pasearon y vieron esos parajes maravillosos.

Con Eugenio hablamos un buen rato de biología, salud, genética y enfermedades que requerían trasplantes de médula para producir todos los tipos de glóbulos blancos para el sistema integral de defensa, pues si algo falla, los riesgos vitales son grandes.

Eugenio y la Isabel
Llegamos a nuestra cumbre del día y nos sentamos en el borde de la canaleta, a comer naranjas de Pancho y muchas nueces y almendras de varios proveedores.
La vista hacia la cordillera, que tanto apreciamos desde ese punto, se veía empañada por una alta dosis de smog.

Al llegar abajo, le ofrecí a Andrea y Miguel, llevarlos hasta su casa. Nos despedimos de los demás que se iban en el otro auto y partimos.
Al poco andar me acordé que tenía que pasar a buscar a mi suegra, así que les dije a mis pasajeros que tendríamos que desviarnos un rato de la ruta directa a su casa, a buscar a mi suegra.

Ella estaba lista, señora de edad de 86 años. Los saludó en alemán y no pararon de hablar con ella, hasta que se bajaron en la puerta de su edificio, en el barrio frente al club de golf.

Día soleado, más bien frío, pero muy rico para estas nuestras caminatas sociales domingueras.

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