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domingo, 9 de septiembre de 2018

Nueva variante, más exigente, por las Varas

Cinco estuvimos en el punto de encuentro en este bello día, primaveral. Apareció, José Salinas II, con intenciones de ir con nosotros, para seguir sólo más arriba desde algún punto, cosa que al final no materializó.

Y nos fuimos a la Varas en dos autos. Uno de ellos, el de Víctor. Yo me fui con José.

Víctor, José, Gabriel y Pancho
La cobradora no estaba y nos cruzamos con ella, al poco avanzar caminando, por la calle de la derecha.

Yo iba lento, con el cuerpo como cansado, aletargado. Quizás por mis frecuentes ausencias de este circuito. Pero me fui despercudiendo a medida que avanzamos cerro arriba.

en la cumbre
Tomamos un camino alternativo hacía arriba, por un camino de autos. Y llegamos a la canaleta, poquito antes de donde los ciclistas se descuelgan hacia arriba. Y por esa ruta tomamos nosotros, la de los ciclistas, cerro arriba.

vacas y terneros
Y de hecho, muchos ciclistas, nos fueron pasando. Y llegamos a la cumbre, del paso hacía las rutas de la Católica, que estaba ocupada por ciclistas. Por eso seguimos prontamente, ya con la propuesta de Pancho, de arremeter hacia la cumbre a nuestra izquierda.

Víctor y Gabriel, en la sombra de la cumbre
Mientras subíamos, Víctor nos contaba de su reciente viaje de 18 días, por la campiña francesa. Lo que destacó, es un parque temático increíble, en el pequeño pueblito, Puy du Fou, entre Lyon y Bordeaux; véanlo aquí.

Gabriel y Pancho
No fue tanto llegar a la cumbre. Ahí buscamos una sombra, espectacular, donde nos sentamos primero a comer, naranjas de Pancho, mandarinas de Víctor y almendras de la Soledad. Y después nos recostamos a dormir una rica siesta, o dormilada, de unos 10 minutos. Delicioso.

Cuando íbamos en la primera parte, nos cruzamos con un buen grupo de huasos a caballo, con perros, que se supone iban a un carneamiento, allá, cerca del tranque, donde están los camiones y corrales.
Poco más adelante, vimos dos vacas, una de ellas parecía muy joven, con sus sendos terneros. Nos detuvimos a contemplarlas, con su qué de compasión, sabiendo que por ser vacas o terneros muy chicos, no los carnearían para este 18. Pero sintiendo lo miserable de sus vidas, cuidadas para satisfacer nuestros ritos 18cheros y de otro tipo.

José, Soledad, Gabriel y Pancho
Bueno, en la bajada, yo me fui rapidito adelante, para presenciar esta carnicería del carneamiento supuesto.
Bueno, llegué mucho antes, al lugar de los corrales, de donde desde lejos oía los bramidos, que yo imaginaba agónicos.
Pero no fue así. Nadie mataba a ningún animal, sino que los tenían reunidos, se supone que para vacunarlos. Mucha vaca y terneros, vi yo.

ascenso a la cumbre
No pueden carnearlos aquí, me dijeron mis colegas subecerros; sería ilegal.
Bueno, me parece bien.

Llegamos luego a los autos y algo más cansado que otras veces, nos despedimos y cada uno para su casa, llegando yo con el aperitivo ya arrasado.

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