Llegamos a la Terpel y ya están ahí Pancho, María Elena y la Consuelo.

¿Será esto un factor que aleja a algunos, algunas, de nuestros visitantes periódicos; este fuerte gusto de estar juntos? esta soltura y despliegue de quienes somos? este disfrutar así, simplemente, subiendo y bajando cerros; conversando?

Estar atentos a lo que nos dice el cuerpo, frente a cada situación; es parte de la enseñanza que nos transfiere.
Si, estamos de acuerdo y mientras subimos el cerro bromearemos con ello.

Me encuentro un alicate; decido tomarlo.
Más adelante, optamos por tomar la ruta del surco de las aguas; la Consuelo, trancada por las zarzas que cierran el camino, pregunta, alguien trajo una tijera de podar? Si, digo; y saco mi alicate.
Y abro el paso.

Está helado; especialmente en las sombras. Más arriba,en un recodo del surco, donde pega exquisito el sol, nos detenemos a que especialmente dos, que optaron por ir sin polar y en manga corta, recuperen su energía

Más allá, atendiendo las señales de la intuición y lo que el cuerpo nos decía, salimos del surco hacia la derecha y tras pasar una escarpada ladera, llegamos a una empinada cumbre, que resultó no ser el cerro que esperábamos, sino uno que había al medio.

Encontramos el paso hacia el cerro que sería nuestra ruta de descenso, pero antes subimos hasta donde estaba nuestra playa, cima, cumbre, del cerro habitual. Ahí nos tiramos en el suelo, todo a lo largo de nuestros cuerpos, y algunos se taparon la cara con gorros y a darse un buen descanso.

El tema que nos distrajo y sacó de ahí, fue la noticia impactante de los abusos sexuales, esta vez del cura Karadima. No hay salud. Expresamos y expusimos nuestros particulares puntos de vista, que no dejaron de ser fuertes y casi como para ponerlo a nivel de terremoto social.
De si es cierto o no, fue un punto; pero las fuentes traídas a colación nos

Bueno, bajamos, por una ruta que no fue fácil; quizás solo por que es aparentemente muy poco traficada y hacia tiempo que no veníamos por estas veredas.
En la Ermita con la María Elena, con la que llegué adelante, nos pedimos unas exquisitas empanadas de queso caliente, que me fui terminando mientras manejaba ruta abajo, en amena conversación.