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domingo, 7 de junio de 2015

Dos al Manquehue

Llego puntualmente a nuestro nuevo horarios de los encuentros, las 9 de la mañana.
Día despejado, fresco para tibio. Eso que estamos en pleno invierno.

Empieza a pasar el tiempo, los primeros minutos después de las nueve y nada. Empecé a pensar en un solitario en el Pochoco.
Pasados seis minutos, llega Pancho. Pasados 15 de las 9, decidimos partir al Manquehue, cada uno en su auto.

Pancho subiendo
Llegamos allá y había un curso de niñitas de unos 9 años que llegaba para un paseo con sus papàs, al cerro. Estaban excitadas y entusiastas. Cada vez que llegaba una, todas corrían a recibirla. Para quedarse mirando la escena.

Partimos caminando y conversando con Pancho. Este cerro es un cerro de mucha gente. Pero el volumen de tráfico crecía a medida que bajábamos de vuelta. Como si más gente salía al cerro, cerca de la hora de almuerzo.
Yo le decía a Pancho: piensa tu que todos estos cabros llegan después del carrete como a las 5 o 6 de la mañana. Duermen hasta como las doce y ahí deciden salir a hacer estos ejercicios. Es otro mundo, lo se, pero así parece ser. Pancho hacía gestos de los absurdo de ello.

gente y la vista del smog de La Dehesa
Al llegar al punto previo a la escalada final, llega un buen grupo de gente, mujeres y hombres, jóvenes la mayoría. Se detienen un rato; nosotros también.
Luego parten y nosotros también, somo a su siga, como agarrando el vacío que dejaban detrás. Eso nos ayudó a arremeter para lograr llegar a la cumbre.

Pancho, en el último tramo
En la cumbre ya, mucha gente y nosotros sentados comiendo cada uno un par de naranjas (sobraban). Y de un mix de maní y otras yerbas que trajo Pancho.
Vimos la hora y eran las 12;30 Tarde; le echamos la culpa al ministro Pacheco, de los necesarios cambios de horarios y del atraso nuestro a nuestras casas.

A la bajada nos encontramos con Gonzalo Reutter, el hijo de Andrés. Lo felicitamos por su reciente paternidad, de una mujercita, de nombre Isabel. Conversamos y casi hubo una transacción comercial en torno al Meche de Pancho.

yo, con el Plomo atrás
Mas abajo nos cruzamos con una mujer que me costó reconocer detrás de anteojos y gorro. Ella me ayudó diciéndome que se había dejado las canas. Le pedí se sacara el gorro para ver y celebré la belleza y coraje de dejarse las canas. Siempre me gusta, la verdad. Ella, a unos pasos, se dio vuelta y me agradeció los links semanales, que, me dijo, disfrutaba.

Llegamos con Pancho a los autos, algo cansados, pasadas las 2 de la tarde.
No hubo de mi lado problemas al llegar a mi casa, donde me esperaba una pequeña multitud familiar.

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