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domingo, 29 de mayo de 2016

Un claro en la lluvia nos permite llegar al Alto del Naranjo

Había llovida toda la noche. Mi mujer trató de detenerme, anticipando que nadie llegaría. Igual partí, empujado por ese instinto cerrero sea como sea.

Llego uno o dos minutos pasados las 8:30 No hay ningún auto, salvo una persona que camina por esa vereda, como yendo y viniendo. Me estaciono y después de un rato, golpea el vidrio de mi auto. Abro la ventana y me pregunta si soy Gabriel. Si, le digo y se presenta: soy Marcos Aburto y me pasó el dato Cristian Estay, que entiendo es parte de este grupo.

Pancho, Francisco, José, Alejandra, Marcos
Mientras hablábamos, ya él sentado dentro de mi auto, llegan Pancho, la Alejandra Cambiaso, Francisco Toyos y José Salinas, en autos consecutivos. Seriamos seis; notable para el día amenazante que enfrentábamos.

Pancho y las nubes atrás
Alto del Naranjo, dijo la Alejandro y ese sería nuestro destino. Nos fuimos en dos autos. Llegamos y no había guarda parque, por lo que no hubo cobranza de entrada.

El día estaba exquisito para subir cerros. El aire para mascarlo y respirarlo con profundidad.

Marcos Aburto
La conversación era animada en grupos de a dos. Marcos, el nuevo, resultó un buen conversador.
Descontando a la Alejandra, que en su espíritu jovial y dicharachero, animó y alegró especialmente el día.

allá vienen Pancho, la Alejandra y Francisco
Esta ruta, bastante transitada, nos puso en contacto con otros grupos de personas que ascendían, más rápido y más lento que nosotros. Incluso una pareja de extranjeros, jóvenes, bajaban de haber alojado anoche en la cumbre del Provincia.

el que viene adelante es Francisco
En el Alto del Naranjo, había tres carpas, pequeñas; cerradas. De seguro personas que habían alojado ahí y subían a la cumbre del Provincia.

detrás venían la Alejandra y Pancho
La verdad, Pancho y yo, llegamos a la planicie del Alto del Naranjo, exclusivamente porque la conversación de la Alejandra nos tenía distraídos. Nuestra costumbre del último tiempo son cumbres más bajas.

partiendo desde el Alto
Estuvimos poco tiempos todos juntos bajo el gran árbol del Alto del Naranjo, comimos unas mandarinas de Pancho y bajamos rápidamente, pues empezó a cerrar y a hacer frío.

En la ruta de descenso, paramos un minuto a contemplar un cóndor que nos sobrevolaba. Siempre un espectáculo glorioso.

Alejandra, Francisco y Pancho
Llegamos abajo, bastante cansados; yo al menos; sin ninguna gota de agua caída sobre nuestros cuerpos.
A esta hora de esa misma tarde, ya oscuro, llueve duro y tupido afuera.

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