Quiero ir a ver a mis moscos, le dije a Pancho, a las Varas. Listo; y para allá partimos en su auto.
Llegamos y los estacionamientos estaban algo completos. Justo llegamos con la cobradora, así que pagamos altiro y le dimos.
Flojos nos sentíamos en la largada. Quizás porque ambos habíamos estado la noche anterior en matrimonios, o por la falta de compañía y en particular de la femenina, que concluimos, siempre nos activa un delta más.
Pancho en la zona de posibles escaladas |
Mucho ciclista, tanto en la primera parte, después que llegamos al tranque de término de la canaleta, como cuando estábamos sentados antes de bajar. Muchos.
el plateado del agua me llamó la atención |
Un bello cóndor nos sobrevoló cuando comíamos las naranjas de Pancho y mis almendras tostadas.
Pancho en el descanso |
Ningún movimiento de esos que buscábamos pasaba, hasta que algo dije y como que todos brincaron al unísono.
Aaa dije, en la dirección de los moscos. Y saltaron, todos dieron un brinco al unísono. Eee, misma cosa. Iii, lo mismo. Bbb, también.
Y todos daban el brinco espacial al llegarles el sonido. Parecía la vibración de un parlante cuando los sonidos suenan.
Estos tipos no son sordos, le digo a Pancho. Ese fue nuestro aprendizaje de ese día, en relación a este estudio que le estamos haciendo a los moscos que sobrevuelan la canaleta.
Gabriel |
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