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martes, 20 de agosto de 2019

Añorando la lluvia - domingo 18 de agosto

Ya nos parece sospechoso que nuevamente llegamos solo José Salinas y yo, Soledad, nos preguntamos ¿será que están todos juntos en otra parte? Pero igual los cerros nos llaman y esta vez la Católica, con sus variados senderos que en un día nublado destacan el color de las montañas.

A la entrada ahora hay una caseta donde cobran, piden varios datos y avisan que debemos hacer check out para confirmar que volvemos sanos y salvos. Este verdadero parque es un lugar muy acogedor, la amplitud permite cruzarse sin estorbo con ciclistas, niños, vacunos, paseantes por el día y otros que vuelven de haber pernoctado en el Provincia.

Soledad y José Manuel
La antes fuente de agua, donde está el desvío al morro Guayacán, otrora vertiente, luce seca, con muros de piedra que reflejan su pasado. Nosotros seguimos el camino y llegamos hasta un portezuelo más allá de la cancha de carrera, por donde otros caminantes seguían hasta Alto del naranjo, pero nosotros después del descanso en la vereda oriente, resguardado del viento frío, emprendimos el descenso.

José contó sus subidas a estos mismos cerros hace unos años, en que acampaban a campo
travieso, también de sus nuevos emprendimientos de arriendo de campers y entre los dos nos
preguntábamos si los colores café amarillento de las hojas del bosque esclerófilo era signo de
stress hídrico, lo que confirmé al leer ese mismo día en un periódico, que efectivamente así es.
Parece afectar más a unas especies que a otras, pues los litres más pequeños se veían fuertes y
verdes.

Pienso y pido o alucino que este año sea recordado como un año seco, que afectó e hizo
temer un cambio climático irreversible, pero fue transitorio y volvió a llover, ojalá Dios nos
escuche este pedido, ese Dios en el que todos queremos creer.

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