Llego al punto de encuentro y ahí estaba Pancho, sentado, adormilado, en su auto. Vamos a tomarnos un café ahí adentro, le digo.
Llegué a las 8, me dice; me equivoqué. Hacía tanto que no venía, que se le había olvidado la hora de encuentro.
 |
Gabriel y Pancho |
Me siento con una bandeja con una promoción que consistía en un cortado, un jugo de naranja y dos medias lunas; todo por $ 1990.
Aparece un viejo, muy bien vestido, claramente aproblemado y nos pide una ayuda. Yo le paso una de mis media lunas y el saldo de mi jugo, con como un tercio del vaso lleno. Y sigue a pedirle a un tipo que estaba sentado en una mesa detrás de Pancho, que le da plata y además le ofrece un pucho; que a mi me pareció, que él le pedía un pucho al vagabundo. Y le hice un comentario a distancia, que el devolvió con un gesto amistoso.
El hombre se sienta en una mesa más allá y se pone a comer concentradamente, lo que le había pasado. El tipo que estaba detrás de Pancho, se para y se va a sentar con él, intentando conversar con el hombre, me pareció que sin mucho éxito.
Después le comentaría a Pancho, de lo notable de las interacciones que se están produciendo en cafés como ese, quizás por todo lo que está pasando.
 |
tranque prácticamente vacío |
Pancho venía medio fuera de training y algo machucado, así que optamos por irnos a Las Varas y caminar por la ruta que va entre las torres de alta tensión, aguas arriba. Y eso hicimos.
Dejamos el auto arriba, cerca del tranque, ya sin agua, bajo una malla de kiwi.
Impresionante la sequía. Arboles totalmente muertos y arboles con la mitad de las hojas secas, muertas. Y el tranque prácticamente con nada de agua; como nunca.
Este problema es quizás tan serio como la convulsión social que vivimos en estos días; la que empezó el 18 de octubre; hoy era 10 de noviembre.
 |
vista al frente, al otro lado del río |
No paramos de conversar diría yo. El tema principal, nuestras lecturas del problema social de Chile. No hay otro tema en estos días. Está todo afectado. Los tiempos de llegada y de ida de la gente al trabajo, es para Pancho quizás lo más notorio.
El día despejado, tirando para caluroso.
 |
dos huasos, padre e hijo |
De repente nos pasó un tipo que iba trotando y pegamos los dos un salto, pues viniendo de detrás, nos sorprendió.
Llegamos bien allá, hasta una vuelta donde nos sentamos en algo de sombra.
Y nos comimos una naranja de Pancho y yo, maní salado que llevaba.
Veíamos al frente, al otro lado del río, muchas casas en la zona por donde antes entrábamos a subir hasta la cumbre del Pochocón.
Alcanzamos a un padre con su hijo cuando descansaban en una sombra. Él de Illapel, su hijo en tercero medio. Conversamos un rato haciendo buenas migas. Nos sacaron la foto de los dos.
 |
con gorros |
Más allá nos cruzamos con unos huasos de a caballo. Iban a buscar ganado que andaba por los cerros. También conversamos con ellos su resto. Muy bien aperado el niño.
Cansaditos y satisfechos llegamos al auto.
Al pasar por la caseta, Pancho paró y dejó el depósito de rigor. La idea es no tener problemas con esa gente, me dice.
Y para la casa.