Páginas

domingo, 22 de diciembre de 2019

Por el cajón de Antawaya un 22 de diciembre

Ya pensaba que no iba a llegar nadie y llega Pancho. Y no llega nadie más.
Le digo que hay pronóstico de 35° así que vayamos a alguna parte donde haya agua para bañarnos.

Y partimos, en mi auto, hacia la Ermita, con la idea, mía, de entrar caminando por Antawaya, dejando el auto ahí a la entrada.

zona de domos
El acceso está en otra parte; Pancho dijo haber visto un cartel. Yo me estacioné donde antes estaba la entrada, hoy inexistente; aunque igual había una huella, poco transitada, de entrada.
Por ahí nos fuimos caminando.

Llegamos al río, que a pesar de la poca agua que trae, nos dio alguna dificultad, por el miedo de Pancho de volver a lesionarse, pues anda con una lesión, a la que igual pesca poco.

el río
Pasamos los domos de Antawaya y nos encontramos más adentro con otros domos, que nos parecieron más bien de gente que vivía ahí. El camino de tierra que va para adentro se ve bastante traficado.

Pasamos una zona en que hay bajadas de agua, varias, que vienen de cerro arriba. Un huaso con el que nos cruzamos nos dijo que habían como tres o cuatro vertientes que brotaban de la nada cerro arriba. Por eso tanto verdor en esa zona.

Y finalmente llegamos a la zona, también de mucho verdor, donde se encuentran los dos y mas, álamos. Recordamos una mesa, que apenas se ve, donde en veces anteriores habíamos parado a comer.

Pancho
Un poco más adelante, encontramos una vía no tan fácil de acceso al río. Ahí, yo me saqué la ropa y me metí al agua. Estaba tan helada que entré y salí algunas veces tirándome agua al cuerpo para refrescarme. Fue exquisito.
Pancho miraba sentado.
Ahí nos comimos nuestras viandas.

Como a 5 para las 12, emprendimos camino de vuelta.
Según Pancho había sido una larga caminata. Al final su cuenta kms del celular le dijo que habíamos andado hasta el auto 11,6 kms.

Pancho pasando una de las bajadas de agua
Una fuerte brisa, que en un momento le sacó el gorro de la cabeza y casi se va cerro abajo, fue una frescura que sin ella, la cosa habría sido distinta.

Cuando llegamos al portón de acceso a todo este cajón, a la ida tuve que llamar a mi amigo Juan Carlos Obrador, que es dueño de parte de Antawaya para lograr que nos dejaran entrar. Y a la vuelta, el portón figuraba cerrado con un enorme candado y nadie por ahí.
Había un tipo regando, en la casa de al lado, que me dijo que los que cuidan el acceso, estaban en hora de colación y volvían a las dos.
No estábamos dispuestos a esa espera, así que me metí a la casa y golpié todas las puertas y ventanas, hasta que salió el hombre de color, que indicando que estaba en colación, fue y nos abrió la puerta.

pasando el río al final
Dejé a Pancho en su auto y un poco más abajo por Las Condes, la cagada, con miles de ciclistas que tenían copada la vía de subida y completamente detenida la de descenso. Después de un buen rato logré salir por una calle lateral y por Las Hualtatas seguir a casa.

Bueno, un paseo por un lindo paraje, por la orilla de un rico río, con un par de traspiés.

1 comentario:

  1. Anónimo9:05 a.m.

    Que rico destino. Que bueno que tengas pitutos para entrar. Tenemos que repetir el destino este verano.
    Saludos,

    Francisco

    ResponderBorrar