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domingo, 8 de marzo de 2020

Un tobillo convaleciente nos lleva nuevamente a las Caballerizas

Ahí estaba Pancho, cuando llegué. Vamos a tomarnos un café, le digo. Y partimos a la cafetería.
Cuando tuvimos los cafés en nuestras manos, nos esperaban en una mesa Víctor y la Soledad.
Esos cuatro seriamos.

La Soledad pide algo no muy difícil, pues se torció el tobillo en el verano y quiere no exigirle mucho al pie. Ella misma propone las Caballerizas y para allá partimos.
Dejamos tres autos en el Lider y seguimos todos juntos, en el auto de Víctor.

Gabriel y Pancho; atrás la virgen
La noticia que me impactó, es que la Soledad deja de hacer clases en la universidad, afectada en buena medida con lo difícil que está hacer clases en las universidades y las cosas que le toca enfrentar. Mucho le afectó cuando se enteró que un tranquilo alumno suyo de sexto año de medicina, jugando a quien sabe qué, en la primera línea de alguna marcha, perdió un ojo, por impacto de proyectil. Aparte, algo cansada con la pérdida de autoridad de los profesores frente a los alumnos.
Igual ella pensaba retirarse, pero los hechos del año pasado la convencieron de apurar su salida.

Qué cagada, pensé. La educación ya es un buen desastre, pero si los profesores, bastante mal pagados en general (lo se por experiencia propia), se empiezan a retirar, la cosa se pone realmente mala.

Tomamos la ruta de la izquierda, que es la de ascenso más suave. El piso por el que caminamos parece trumao del sur; al poner cada pie en el suelo, se levanta el polvo. Eso es lo que hay en los potreros circundantes, pura tierra.
Y de los árboles, demasiada mortandad. La sequía que nos embarga es brutal.
El día soleado, caluroso. La suave brisa algo nos ayuda.

Soledad y Víctor; atrás Santa Martina
Hoy es día de marchas y concentraciones; es el día de la mujer. Una fecha anunciada de movilizaciones. Nuestras posiciones son divergentes. A la base, me quedo con la sensación de que el movimiento feminista es una verdadera revolución paralela a todo lo que está pasando, que no entendemos bien.

Nos instalamos arriba en la virgen con mesa y banquetas, donde bebimos y comimos las cosas que llevábamos. Semillas, naranjas, básicamente.
Nos percatamos que Santa Martina dejó de regar las canchas de golf, que aparecen amarillas en buena parte. Así está la cosa.
Recuerdo que estuvimos mucho rato ahí, mientras pasaban para un lado y para el otro, muchos ciclistas, la mayoría de ellos con motorcillos escondidos.

pisando el polvo del suelo
Finalmente emprendimos la vuelta por donde mismo habíamos subido; es más suave. Se me hizo bastante corta la vuelta, donde en muchos momentos me alejé adelante, momentos que aproveché para contemplar la vista del valle de Santiago y la vista de la vegetación alrededor.

El máximo placer, fue sentarnos en los mullidos asientos del auto de Víctor. Y a la casa.

Nota: un dato de un tipo de gimnasia sanadora de la Soledad: método feldenkrais (+)

1 comentario:

  1. Querido Gabriel,nada es como antes y el mejor ejercicio es seguir avanzando sin mirar atrás . Ya no serán los mismos paisajes,ni las mismas enseñanzas. Creo que sólo hay que entregarse a este río desconocido e impredecible.

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