Páginas

jueves, 17 de diciembre de 2020

Los tres mosqueteros

Llego 10 minutos pasado de la hora y no había nadie. El portón estaba semi abierto; claramente Pancho había salido y al no encontrar a nadie, volvió adentro. Termino en la entrada de la cocina donde tomaban desayuno con la Andrea, su mujer. Breve conversación y partimos.


En el camino, nos llama Francisco Toyos, que llegó junto a nosotros al estacionamiento en la zona de la U de los Andes, adonde venimos yendo siempre en los últimos tiempos.
Partimos a la derecha y nos fuimos en travesía, para empalmar con la ruta de Aguas de Ramón. Incluso más, le había dicho que tenía esa idea a Pancho y había echado un traje de baño a la mochila. En su casa él se devolvió y fue a buscar el suyo.


Entramos en esa ruta, donde encontramos muy poca gente; era un jueves, hábil.
El sendero que serpentea a cierta altura del río, se ve bien cuidado, bien mantenido. Claro, es una ruta por la que se paga. Nosotros éramos unos infiltrados.


Llegamos a un puente colgante recién inaugurado. Muy bien hecho. A la entrada y a la salida había un guarda parque. Hablamos algo con ellos. Seguimos.
Yo había sacado mis tijeras de podar e iba cortando zarzamoras, feliz.


Poco más allá del puente colgante, encontramos una ruta estrecha de descenso al rio. No había nadie. Fue un lugar privado para nosotros.
Ahí nos instalamos. Empezamos a comer de las naranjas de Pancho, mientras Francisco, con mis tijeras, avanzaba por la orilla del río, hacía una cascada que se veía aguas arriba.


Llega a la cascada. Se instala. Al rato, vemos que se desnuda y se apronta a meterse al agua.
Yo, había metido las manos al agua y la había encontrado tan helada, que me mojé cabeza y brazos y sería. No pensaba bañarme.
Francisco avanzó, descalzo, se metió al pozón previo a la cascada y terminó sumido, de vuelta y vuelta, en la cascada misma. No era tan grande. Y como que se quedó en el agua, más que un simple chapuzón. Qué heroico, pensé yo.


Quedó a la orilla del rio de pie, secándose al viento, hasta que se vistió y partió de vuelta a nuestro encuentro. 
El agua estaba exquisita nos dijo. Si claro, le dije yo.
Nos quedamos un buen rato en ese paisaje precioso, que parecía sur remoto de cualquier parte de Chile.
Fue un deleite este sitio y esta permanencia.


A la vuelta, en el puente colgante, el guarda parque, nos dijo que íbamos en sentido incorrecto. Le dije que éramos unos infiltrados de la U de los Andes y que habíamos tomado esta ruta poco más arriba. Nos dejó pasar, con buena onda.


Conversamos mucho, de distintos temas. No me acuerdo en este momento, o es que pienso que las cosas que ahí se dijeron, son más de un ámbito privado.
Llegamos a los autos, cansaditos, con el sol pegándonos encima, contentos del paseo que habíamos tenido.


Quedamos de acuerdo de re encontrarnos el próximo jueves, donde mismo, en la casa de Pancho. Esto mientras siga la cuarentena de los fines de semana.

1 comentario: