
Nos encontramos en la YPF justo después del cambio de horario esa misma noche anterior. Unos llamados telefónicos previos nos permitieron afinar la puntería y evitar desencuentros de instancias parecidas.

Tomamos la ruta Balart, siguiendo el sendero por la canaleta de abajo, aguas arriba. Punteando iba Alicia, amiga de Mabel, que resultó ser maratonista y por tanto, su estado físico impecable.
Arremetimos por la ruta empinada que bordea los acantilados que en invierno presentan piscinas inaccesibles, hasta llegar al sendero que de vueltas nos llevaría a Vallecito.


Caminamos por el estero de la quebrada de Vallecito, ruta que fue apreciada por el grupo, por su belleza y frescura del agua cristalina que corre ladera abajo.
Saliendo de Vallecito nos encontramos con multitud de jóvenes que practicaban bajada con piolés, guiados por profesores.

No se dio fácil. Hubo partes de franco peligro de deslizarse hacia abajo, sin muchas posibilidades de parar. Cuando uno está ahí la mente solo busca la mejor ruta pero no considera

De repente vimos que teníamos una baja, pues la Rebeca quedó paralizada, no se si por el miedo o por lo calambres, que el esfuerzo y el agotamiento le provocaron.

Llegamos a ella, aunque ella también llegó a nosotros, desplazándose adelante, a nuestro encuentro. Estaba un poco magullada, aunque solo eran rasmillones.

Después comenté que no volvería por esa ruta por sus riesgos, pero Mabel contó que había disfrutado y que ella volvería feliz. Así que quedó como una alternativa, pero de mayor riesgo y

Bueno, de ahí en adelante no hubo nuevos problemas, salvo una cabeza de vaca muerta que hedía en el cauce del estero antes de tomar la canaleta de abajo.
Llegamos varios bien cansados, yo y Pancho en particular. Solo pensamos que la siesta sería especial este domingo, y la Rebeca esperaba una resaca mas fuerte el martes, que es cuando a ella le aparecen los dolores del domingo.
Buen paseo, buen grupo, bello día.


