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domingo, 31 de enero de 2010

Degustación de vino blanco Andesite heladito en la canaleta

Hoy nos encontramos 4 en la Terpel: la Rebeca, la Consuelo, yo (Gabriel) y la bienvenida Marcela Molina. Mucho tiempo que no venía y debo decir que esta mujer se había ganado el aprecio y la simpatía de todos los que estuvieron con ella aquella vez que vino, ya hace meses.

Tres veniamos del matrimonio de la Kuki, la hija de Pancho, la noche anterior. Un matrimonio excelente, novedoso y exquisito.

Nuestras caras estaban todas somnolientas, así que el paseo sería bucólico; aparte de que Marcela tempranamente mostró sus botellas de su Andesite, sauvignon blanc, frio al hielo; mucho quizás. Así que propusimos llevar una botella y tomarla en la canaleta en la ruta al Alto del Naranjo, destino para este día.

No paramos de conversar. Un potente punto de encuentro entre mi oferta de construcción de Marca Personal en la red y su vasta experiencia en marketing, incluido su rol como asesora en la construcción de la imagen país a través de una empresa relevante en la materia.



Chile, un país donde la emoción de más presencia es el miedo. Un país de identidad incierta cuando escaneamos el alma nacional. Pareciera que estamos en un país que necesita coaching masivo a lo ancho y largo. Estamos enfermos de algo que no sabemos.

La historia de la Marcela es una historia notable. De como decide arrancar con un proyecto propio, de inventar una marca de vinos, un sabor, un bouqué, no se; buscar a los productores junto a una enóloga, un maquilero, y vivir los avatares de un emprendimiento en solitario, desde la soledad de su computador, conectada con el mundo y su amplia y poderosa red.
Dios quiera que a esta mujer le vaya bien, pues es un ejemplo digno de imitar y difundir.

Caminamos por la orilla del canal, aguas arriba, hasta un lugar donde el agua subía de nivel producto de unas piedras en el cauce y donde las luces y sombras lo hacían muy grato para la distensión y el descanso.

Nos pusimos trajes de baños, la Rebeca y yo. Abrimos la botella de vino blanco helada y repartimos de su maravillosa sustancia en vasos plásticos traídos ad-hoc  por la misma Marcela. Nos sumimos en el agua los acuáticos y el ánimo se fue aflojando producto del efecto del sagrado elixir. La conversación se expandió, la risa fluyó más juguetona y y celebramos el excelente vino y sus efectos.

Finalmente emprendimos nuestra vuelta, en este día caluroso, con una sensación de relajo y afloje no frecuente en nuestros paseos.

Un disfrute nuevamente, en esta diversidad que es cada domingo, con sus sorpresas, muchas veces excitantes como lo fue este domingo.

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