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domingo, 31 de enero de 2016

15 perros y Fernando Saavedra por la ruta de La Ermita

Llegué al punto de encuentro y por un buen rato, no llegó nadie. Ya pensaba irme al Pochoco, solo.
Pero apareció Pancho. Me contó que el domingo pasado no había venido y el anterior, en que sí vino, no llegó nadie y se devolvió para la casa. Así es esta época del año.

Gabriel apreciando la vista del potrero
Decidimos hacer una subida tranquila y nos fuimos a dejar el auto en la Ermita y subir a pie, por la ruta cruzando el río en el primer puente que uno encuentra, e irnos por esa bella caminata por el lado oriente del río.

Pancho sacándole fotos a los eucaliptos
Las zarzamoras estaban invadiendo la ruta, así que saqué mis tijeras de podar y me dediqué mucho rato a cortar ramas de zarzamora que se metían en el sendero. Al punto que Pancho empezó a mostrar gestos de impaciencia, diciéndome que las zarzamoras me atacarían.

Gabriel
Bella la ruta. Enormes eucaliptos, frente a los cuales en varias ocasiones nos detuvimos a contemplarlos en su magnificencia.
Camino sombreado, fundamentalmente, que para estos días de verano siempre es grato.

Pancho
Pasamos el puente colgante y la media luna al frente, que yo le contaba a Pancho que una vez la vi funcionar como una estupenda discoteque.
Siempre cerca del río, de repente nos encontramos con un cartel "recinto privado". Cavilamos un rato y decidimos meternos igual.

Gabriel, a la orilla del río
Caminamos mucho más allá y en una subida, otro cartel, "solo personas autorizadas". Ahí si que reculamos y buscamos una ruta al río, donde seguimos aguas arriba hasta una pasada de autos por el agua y un puente para personas, a mal traer, por el costado.
Ahí nos instalamos, primero a conversar y luego Pancho me empezó a pasar naranjas, que dieron el sello a que esa era nuestra piedra de tope de nuestra caminata.

Pancho
Partimos de vuelta y de repente, en pleno camino de autos, de tierra, aparece una jauría de perros. Me acordé de inmediato de la señora con 60 perros de que hablaba en otra ocasión la Jeanny.
"No muerden" gritó el tipo que venía con ellos, en sentido contrario a nuestro andar. Los perros nos rodearon, amistosamente; igual yo les ponía mi bastón Pochoquero por delante. Hasta un rottweiler había entre ellos.

Pancho contemplando un ciruelo natural cargado
El tipo traía un cachorro de conejo en las manos; bastante aterrado el bicho. Lo salvé de los perros, nos dijo; estaba enterito.
Eran como 15 perros. Son de la señora que vive más allá, nos dijo. Se llama María José Aguirre. Son perros callejeros que ella rescata y luego dona. Y me contrata a mi para que los entrene. Genial. Buena onda; un buen rato conversamos con él.

Pancho manipulando su máquina de fotos
Seguimos caminando y conversando. Más allá, hay unas casas de inquilinos, donde estaba cómodamente sentado, conversando con el dueño de casa, Fernando Saavedra.
Con expresiones de efusiva sorpresa, nos saludamos y me enteré que con quien estaba Fernando era Bernabé, dueño de la casa en cuyo patio se encontraban.
Fernando me habló de su salud: impecable, salvo la vista, que parece empeora.
Me prestó un spray anti mosquitos que me venían atacando las piernas.
Con mucho afecto nos despedimos y seguimos caminando. Me presentó a Bernabé como su sobrino.

Gabriel conversa con Bernabé y Fernando Saavedra
Tranquilamente llegamos al auto y nos encaminamos a casa, contentos del placentero y lleno de sorpresas, paseo y caminata.

vista de El Plomo

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