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martes, 30 de octubre de 2018

Dos Bunster por las Varas

Llego al punto de encuentro y pasa un buen rato antes de que llegue alguien y ese alguien es Víctor Bunster, mi pariente.

Para donde vamos, le pregunto. A Las Varas, me dice; listo. Y para allá partimos en mi auto, pues él quería conocerlo.

Me propuso llegar a la cumbre del Guayacán, cosa que acepté sin muchas ganas. Pero le sugerí la ruta de los ciclistas, cosa que emprendimos.

Víctor
Conversamos sin parar, eso puedo asegurar. Muy pocos momentos de silencio. Tema tenemos los Bunstet, siempre, parece.

En el punto de salida de la canaleta, tomando el ascenso de los ciclistas, me detengo y le digo: bueno, aquí es donde se desata la decisión de ir al Guayacán; decidamos.
La verdad, me dice, es que estoy bastante resfriado y no se si será conveniente.
De eso me aprovecho y apoyo la moción de seguir por la canaleta y esa fue la decisión compartida.

Mucha flor en el camino, que atrapaba nuestra atención. Manchones de dedales de oro, flores moradas, chaguales en cantidades, una florcitas azules, preciosas, etc. Primavera en plenitud.

El cielo se fue tapando, pero sin tapar la resolana, que mantenía nuestros cuerpos con sombras en el suelo. Y un viento profundizó su presencia, haciéndonos sentir que mal tiempo podría venir.
De todas formas ese clima, con ese viento era ideal para caminar por los cerros.

dos chaguales, tienen absorto a Gabriel
Nos sentamos en lo que solemos llamar, cumbre, de esa ruta y nos comimos las viandas que llevábamos: frutos secos y mandarinas de Víctor; muy ricas. Aparte de líquidos, que en mi caso era esa agua azul que Dirk rechaza.

Mucho ciclistas pasaron hecho unos bólidos, mientras estábamos sentados y en otros momentos.

El primer tranque, nos llamó la atención, la poca agua que tenía. En cambio el segundo, tenía el nivel más alto que habíamos visto en hacía mucho tiempo.

Llegamos conversando al auto, pagamos, Víctor pagó y nos fuimos. Lo dejé en su auto y nos despedimos. Una buena mañana de ejercicio, contacto con la naturaleza y buenas conversaciones.
Esa tarde iría a ver la película "La esposa" e iría a almorzar al restaurante La tasca de Altamar, ambas recomendaciones de Víctor. A mi entera satisfacción.

2 comentarios:

  1. Anónimo1:12 p.m.

    Despues de leer el texto me queda claro que la decisión de no ir al Guayacan no fue una desicion compartida. Tiene pinta de inducida o sutilmente impuesta, o simplemente impuesta, eso si, como entre caballeros, con la aceptacion de la contraparte . Jajaja...

    Buen paseo.
    Saludos,

    Francisco

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  2. La esposa película feminista

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