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domingo, 4 de noviembre de 2018

Dos apariciones sorpresivas: Paula Christensen y Jorge Milla

Andaba en Santo Domingo, veníamos de caminar por el borde costero y entrando por la puerta del edificio, voces desde un auto nos saludan. Era la Paula Christensen y Francisco Balart II. Entraron, se estacionaron y subimos a conversar unos saldos de aperitivo que teníamos. Y de ahí salió, la posibilidad de que al día siguiente, ya en Santiago, la pasara a buscar para ir al cerro.

Víctor, Pancho y la Paula
Llegamos al punto de encuentro con la Paula, después de pasarla a buscar y vemos que solo está el auto de Pancho, sin él adentro. Nos bajamos y entramos a la cafetería, donde habría de estar. Estábamos en eso, esperándolo del baño, cuando aparece Víctor.
Saliendo ya del recinto, le doy la pasada a un marciano, vestido de profesional de las bicicletas y algo en mi reconoce, al mismo tiempo que él también reconoce, a Jorge Milla !! Abrazos, saludos, miradas. Hacía tiempo que no nos veíamos.
Sale con nosotros, en vez de entrar, para presentarnos a su Silvana. Y sus estupendas bicicletas. Se encaminaban los dos a Farellones. Los invitamos a Las varas, pero noo.

ese soy yo metiendo mis narices en una bella flor del cactus
Días de encuentros, de sorpresas.

Nos vamos los cuatro en el auto de Víctor, que es el más grande. Nos cruzamos con la cobradora ya lanzados por el camino de la derecha, ruta arriba.

ves ese increíble chagual ?!
La Paula, expresiva, reaccionaba al verdor del prado, a las hojas nuevas, al esplendor de una primavera en pleno. Y al día despejado, templado, por el que dejamos, esta vez, los polars en el auto.

Nuevas instalaciones en las caballerizas de las casas al pasar, nos llaman la atención. Mucho caballo, obras, donde está el negocio, que no lo vemos ?

este es el close-up que le sacó la Paula al chagual
Conversamos de corrido. La Paula está en el centro de los temas. Después tomará la delantera del grupo que camina en fila india por el borde de la canaleta, que nos acompaña con su música rutilante. Los sentidos son atrapados por el entorno, por la bella ruta y esto de estar ahí, presentes, calma el alma y alegra el espíritu. Aparte, el cuerpo, que con el ejercicio se regocija.

la Paula
En la cumbre, que no es cumbre, preferimos la sombra de los arbustos más arriba. Ricas naranjas, de Pancho; mandarinas de Víctor y las almendras tostadas mías, que se las terminaron.
Líquidos, descanso, brisa del viento.

vaca dando leche plácidamente
De repente, voces. Y si, aparece un grupo de seis, con los que de inmediato entablamos intercambio, mientras ellos avanzaban aguas abajo. Tres mujeres en la delantera y luego tres hombres. Yo los hemos visto a ustedes, nos dicen. Dicen también, vemos que no estamos solos por estos cerros. Y siguen camino.

flor de cactus
Iniciamos el descenso. Vemos ciclistas que vienen más arriba; al poco rato nos alcanzan y pasan.
Otro grupo vendrá más atrás.

Pancho y Víctor en la primera parte
Pasamos el tranque, llegamos a la caseta de pago, pagamos (Pancho), y al auto. El placer de sentarnos en el auto es notable. Y a casa, cansaditos y contentos.

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