El grupo se dividió en dos equipos. Los que fueron a divertirse y Gabriel y Pancho que cargaron con el novato (quien escribe) decididos a evitar sus quejas lloronas de abandono.
Este argentino canchero, previendo el día lluvioso, se compró un traje plástico naranjo rabioso de obrero de la construcción, que sirvió para quitarle agilidad, sobrecargarlo de peso, mojarlo de adentro hacia fuera por la transpiración y hacer el ridículo frente a los otros senderistas que pasaban mirando con ojos piadosos a ese bicho raro disfrazado.
Como sea, la experiencia de senderismo comenzó en el puente Ñilhue, en el kilómetro 5 del camino a Farellones, con nubes muy bajas y amenaza de chaparrones.
Yo escuché algo de un naranjo, pero no me atreví a preguntar qué diablos puede hacer un naranjo en la precordillera a casi 1.900 metros de altura. Después averigüé que en realidad el árbol es un quillay, y parece que recibió el nombre de las cáscaras de naranja que los senderistas dejaban desparramadas bajo su sombra.
Yo comencé con el pie izquierdo. Es cierto que aquí había sendero, pero me faltaba el aire y mis esfuerzos por no demorar a Gabriel y Pancho eran un fracaso.
De todos modos, la experiencia de subir en un día lluvioso fue extraordinaria. Las plantas y las rocas brillaban su humedad, las nubes cubrían los cerros, las vistas a la distancia eran más intensas. Pudimos ver una caída de agua muy caudalosa donde mis compañeros me contaron que suele ser una ruta seca de ascenso.
Llovió en varios momentos. Es una sensación muy rica seguir el sendero bajo la lluvia. La comunión con el ambiente es más intensa, más natural, más íntima.
En un alto comenté que los cerros me ordenan de un modo que no puedo precisar. Pensé en la carga magnética que se acumula en la cordillera, pero decidí guardarme el comentario para conservar el aire y la paciencia de mis compañeros.
Gabriel y Pancho deben haber agradecido mi falta de aire porque eso me obligaba a subir en silencio. Faltando poco para llegar a la cumbre renuncié, estaba muy cansado y le pedí a mis compañeros que siguieran para no estropearles el paseo.
Pero cuando pude retomar mi ritmo respiratorio, el frío me decidió a seguir subiendo, ayudado por dos perros que se apiadaron de mi total falta de orientación para indicarme los lugares por donde debía subir.
Antes de llegar a la cima me reencontré con mis custodios y comenzamos a bajar los tres, seguidos por los perros. No logré ver el “naranjo”. En algún momento pudimos contemplar una cortina de agua acercándose, una cortina espesa quizás con algo de granizo, que nos cubrió completamente en un tramo de la bajada.
El descenso fue veloz. Cuando llegamos al puente observamos su caudal incrementado y esperamos al resto del grupo en el auto. Todos coincidieron en la potencia y el encanto de la experiencia de subir cerros bajo la lluvia.
Llegando a la ciudad nos cubrió un aguacero muy intenso. Muy poco después de nuestra salida de la zona, se provocó un aluvión cerca del puente Ñilhue y en otras dos partes de la ruta a Farellones, lo que demuestra la intensidad de la lluvia, aunque nuestro sendero siempre fue seguro.
Yo espero el momento en que mi participación en este maravilloso grupo no sea una carga para nadie.
Saludos a todos!
Sergio
que weno el post, Sergio tiene mucha gracia para escribir. Me preguntaba con preocupación si habían subido ayer - luego de escuchar lo del aluvión - y me alegro que hayan bajado sanos y salvos. Cariños, armen Gloria
ResponderBorrarSergio:
ResponderBorrarLa descripción que haces de tu experiencia me recuerda mucho mis tiempos de novicia, porque esos sentimientos de desesperación y falta de aire me llevaron a revivir esos tiempos.
Nunca me había tocado subir con tanta lluvia y los disfruté muchísimo.
Gracias por la provocación que dejaste en esta página que me hizo venir al cerro esta mañana.
Rebeca
Que choro el viaje!! Disculpen queria usar la palabra CHORO...no me acuerdo la ultima vez que la use.
ResponderBorrarSaludos y muy bonitas fotos!