Siempre, siempre vale la pena levantarse temprano los domingos para subir cerros con este grupo.
Después de una larga noche nevando en Santiago, amaneció bastante bonito y decidimos subir cerca de la ciudad. Nos dirigimos hacia el sector de Guayacán, Pancho Balart, la Consuelo, Francisco Valdivieso y yo. El frío que hacía afuera se fue rápidamente porque despuntaba el sol y aceleramos el ritmo de caminata por la huella de los autos.Llegamos hasta el final, cruzamos un charco bajo los eucaliptus y llegamos a un alto, con un mirador precioso de madera, más a o menos a la altura de Quinchamalí.
Amena conversa durante toda esta parte, sobre todo relacionada con hombres maduros que buscan la compañía de una mujer, pero en forma bastante troglodita, cual cazador de presa, según Valdivieso. En fin, ya en este mirador, en un rincón nevado y con hermosos rayos de sol, nos comimos las naranjas y un chocolatito que llevaba. No era tan tarde, pero emprendimos la vuelta.
Gracias a la Consuelo que insistió en seguir caminando, tomamos el borde de la canaleta rodeado de nieve. Una ruta bien marcada, en fácil y leve ascenso, rodeada de árboles y arbustos, además del ruido del agua en constante movimiento y el blanco
de la nieve constituyó una de las caminatas más bellas y placenteras de todas las conocidas al menos por mi. Un placer inmenso.... un paso tras otro...los Panchos se habían separado de nosotras, así que caminamos mucho rato solas con la Consuelo, a veces en silencio, a veces conversando, sobre todo de los hombres.
Bordeando largo rato los cerros, subiendo, haciendo equilibrio entre nieve y rocas y la
canaleta, llegamos al punto donde comienza y que habíamos estado otras veces. A esas alturas de la mañana el sol ya calentaba, no había nieve y emprendimos el regreso al auto por camino conocido. Con variados temas de conversación, hicimos de nuevo algunas partes del camino de inicio, esta vez ya sin nieve y con un sol de mediodía muy rico.
Para mí fue un sendero precioso, quizá el mismo lugar de otras veces, los mismos cactus, las mismas vistas de Santiago, pero la nieve blanca y radiante a cada paso, lo hizo perfectamente único y bello. ¡Gracias Consuelo por insistir!
NOTA: Nadie llevó máquina de fotos, así que las tomamos con los celulares.....
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